EL SUPERDOTADO
Durante los años de colegio, lo único malo que tenía la Navidad es que te entregaban las notas del trimestre. Como estudiante se podría decir que, en el mejor de los casos, era mediocre, por lo que siempre llevaba algún que otro suspenso, cuando no cuatro o incluso cinco. Yo reconocía, eso sí, que suspendía porque no estudiaba lo suficiente, y en todo caso podía cabrearme con un profesor o una profesora por no hacer las clases interesantes, pero tenía bastante claro que en el verano me sentaría a estudiar como un maldito y acabaría aprobándolo todo o casi todo. Básicamente, todos mis amigos eran igual de perezosos o estaban tan desmotivados como yo, y no solíamos culpar de nuestra vagancia a nadie más; nuestros padres se cabreaban cuando nos quedábamos callados al recibir su bronca, pero leñe, es que realmente tenían razón: habíamos estudiado poquísimo. Nuestro compañero el Gordo, por el contrario, no suspendía nunca... ¡le suspendían! Sus padres no querían que lo supiera, por supuesto, pero él había descubierto que era superdotado y que los profesores tenían orden de quitarle dos puntos de todos los exámenes, de tal manera que tuviera que desarrollar todo su potencial para no quedarse rezagado con los mediocres (vulgo, nosotros). La historia bien podía ser cierta, porque el Gordo no había sacado un nueve ni un diez en toda su vida, ni siquiera en Religión, la única asignatura donde llevaba menos tiempo estudiarse el examen que hacerte una chuleta para copiar. Un día, al recibir nuestros exámenes de Historia, nos dijo: “¡He sacado un cuatro!”, lo que él consideraba que correspondía a un seis. Ciertamente, era la mejor nota que había sacado desde que empezó el curso y, si no fuera porque era superdotado, habría sido su primer aprobado. “A veces desmoraliza mucho ser superdotado.” Pero mi amigo Weber, que estaba un poco hasta las narices de tanto rollo de superdotado, le agarró el examen y le echó un rápido vistazo: “Picha, pues sí que eres superdotado, porque acabas de descubrir que el primer califa español se llamó Mahoma I, que el reino Astur-leonés lo creó el Cid y que durante la Edad Media en la Península Ibérica había cristianos, musulmanes, protestantes y católicos...” Bien pensado, el Gordo sí que era superdotado, porque había que tener un talento innato para decir tantas chorradas en un examen y que, al final, el profesor no te pusiera un enorme y espectacular cero.
2011-12-27 11:49 | 1 Comentarios
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