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ORÍGENES DEL MUNDO ISLÁMICO MEDITERRÁNEO 6: DE LOS 90 HASTA HOYLa descolonización del Mediterráneo, del mundo árabe en general, fue una absoluta chapuza. Fue una descolonización improvisada, que se iba haciendo en ocasiones a causa de las necesidades de la guerra (el caso de Siria y Líbano), la necesidad de concentrarse en sólo unas pocas colonias de importancia (Marruecos y Túnez), y finalmente la imposibilidad de controlar militar y políticamente la zona (Israel y Argelia); en muy pocas ocasiones hubo una voluntad y una preparación para convertir las colonias en países independientes (Egipto, Libia), y aún así se convirtieron en satélites de potencias europeas, principalmente de Reino Unido. A pesar de los intentos de Reino Unido y Francia, aunque también de España en mucha menor medida, por permanecer en la zona, el mundo ya no giraba alrededor de las potencias europeas (y la Comunidad Económica Europea fue una clara respuesta ante aquella pérdida de poder, que sólo podía compensarse mediante un acercamiento a los vecinos y una apertura de las fronteras) sino de dos nuevas superpotencias que se definieron claramente tras acabar la segunda guerra mundial: Estados Unidos y la Unión Soviética. Otro elemento, la aparición de Israel, acabó por desestabilizar el débil equilibrio de la zona. Como ya hemos visto, la aparición de Israel ayudó a impulsar el panarabismo, ya que dio un enemigo y una causa común al mundo árabe, pero al mismo tiempo desequilibró a las jóvenes democracias y acabó por condenar a las monarquías probritánicas (Marruecos, a pesar de su lejanía del corazón del mundo árabe, sufriría varios intentos de golpes de estado por parte de militares, si bien fracasaron). Israel quedaría como uno de los principales aliados de Estados Unidos en la zona, mientras que el mundo árabe se giraría hacia la Unión Soviética. El modelo soviético tuvo su momento álgido en los años 60, pero a lo largo de la siguiente década hubo importantes defecciones hacia el mundo capitalista, siendo la más importante la de Egipto, que acabó mejorando sus relaciones con Israel y abandonando la economía dirigida que, tras unos primeros y rápidos éxitos, había llevado al país al estancamiento. En los años posteriores, la brecha entre los países árabes se fue acentuando a medida que los países iban cayendo en la órbita (lejana, eso sí) de las dos superpotencias. No obstante, Estados Unidos hizo muchas concesiones a cambio de tener nuevos aliados, y las dictaduras fueron ratificadas como “regímenes de orden”, que evitaban el avance del fundamentalismo islámico y el acceso al poder de grupos como los Muslim Brotherhood, con un programa no sólo político, también religioso (si bien creo que sería bastante arriesgado llamarlos extremistas, pues también en Europa hay partidos con objetivos cristianos y no por ello caen en el radicalismo... o al menos no todos). Sin embargo, a lo largo de los años 80 la URSS fue tomando conciencia de la debilidad económica de su propio sistema (baja productividad, retraso tecnológico en aspectos claves como la informática y las telecomunicaciones, además del siempre acuciante problema del tremendo gasto militar) y fue desentendiéndose de sus aliados y satélites, hasta el punto (posiblemente imprevisto en un primer momento) de su propio colapso tras una serie de turbulentas reformas (Carlos Taibo tiene un libro muy interesante al respecto llamado La explosión soviética). Esto acabó creando una nueva situación inesperada. Ya desde 1989, con el rápido repliegue del poder soviético, la situación dio un giro radical. La primera Guerra del Golfo (1990-1991) mostró el escaso apoyo que la URSS estaba dispuesta a dar a uno de sus tradicionales aliados en la zona, Irak, mientras que EE UU fue capaz de organizar una coalición internacional en la que bastantes países árabes combatirían en el mismo bando que Israel, algo impensable quince años atrás. El mundo de las superpotencias enfrentadas había llegado a su fin, y en su lugar sólo quedaba un poder (una hiperpotencia, como se llamaría a los Estados Unidos a falta de otros rivales, aunque el ascenso de China plantea nuevos escenarios y dudas) que iba a enfrentarse a lo que los analistas del momento llamaron rogue states, es decir, países rebeldes. El fracaso de Irak a la hora de conseguir aliados militares y políticos, a pesar de haber intentado vincular su retirada con una retirada de Israel de los territorios ocupados, demuestra no sólo una mayor división dentro del mundo árabe, también el fin del equilibro de poder en la zona. No obstante, este poder era más económico que político: EE UU podía ayudar a reducir la deuda externa, aumentar las ayudas, etc. (como bien descubriría Egipto al prestar apoyo a la presidencia de Bush hijo). En general, la mayoría de los países del ámbito mediterráneo consiguieron una estabilidad considerable entre los 70 y los 80, si bien para ello tuvieron que aceptar la existencia de dictadores o reyes con un poder de decisión increíble. Por supuesto, en un nuevo mundo dominado por una democracia esto no era muy aceptable, pero los comicios amañados ayudaban a dar una remota apariencia de legitimidad a los gobiernos dictatoriales, que se alzaban como la última barrera ante la amenaza del islamismo fundamentalista (que sustituyó en la política exterior estadounidense al concepto “comunista”). Así, cuando en Argelia hubiera elecciones libres por primera vez en más de una década, y fueran ganadas por un partido islamista, se anularían y daría comienzo una cruenta guerra civil que, tras una década de conflictos, llevaría al poder a Abdelaziz Bouteflika, que con el apoyo de los militares ha “ganado” todos los comicios desde su llegada; por supuesto, este conflicto tuvo mucho menos importancia y cobertura de la dictadura y guerras en Irak. Desde el punto de vista económico, las dictaduras y monarquías autoritarias han cumplido las expectativas que las clases altas tenían, desarrollando las infraestructuras, integrándose en la economía global y modernizando el país; sin embargo, desde el punto de vista de los más jóvenes y los humildes, la situación es dramática, puesto que sus posibilidades laborales son bastante menores. Cualquiera podría decir que eso es algo bastante normal en occidente, y tendría razón, pero la diferencia es que las dictaduras presidencialistas de estos países son corruptas hasta niveles que harían sonrojarse a los ex ediles de Marbella. La pobreza se aguanta, pero la corrupción no, sobre todo si es evidente. A la hora de afrontar el problema actual del mundo islámico mediterráneo, tenemos que comprender varios factores. En primer lugar, que el conflicto árabe-israelí ha ido perdiendo su intensidad, lo que se demuestra en una reducción de los conflictos desde los años 80, y se ha convertido en un problema principalmente entre Israel y la población palestina, más las intervenciones hechas en Líbano. Como consecuencia de esto (¿o tal vez a causa de esto?) el panarabismo ha ido perdiendo su fuerza y atractivo, y el fracaso que supuso la unión de Egipto y Siria ha terminado por imponer las fronteras que establecieron los europeos: irreales y artificiales, cierto, ¿pero a caso no son artificiales los primeros pasos de todos los estados? La desaparición de los bloques también ha impedido hasta cierto punto los conflictos, lo que ha hecho que exista una mayor estabilidad en la zona, salvo cuando los conflictos internos estallan. Desde los 90 hasta hoy, la mayoría de los conflictos que han ocurrido pueden considerarse internos (las dos guerras de Irak serían la excepción, no la regla), por lo que las dictaduras con fuerte control militar no parecen tener sentido, y sólo pueden basarse en la amenaza del fundamentalismo. El problema es que todo es fundamentalista y todo lo que se amenaza al estado es fundamentalista, como bien recordarán quienes escucharan las quejas libias sobre la creación de un estado fundamentalista a causa de las revueltas, sólo para descubrir que los rebeldes no querían ni independencia ni la religión era su caballo de batalla. Como gigantes con pies de barro, los regímenes dictatoriales del mundo mediterráneo se tambalean a causa de los males que ellos mismos han creado (enorme masa de jóvenes desempleados, corrupción visible y palpable, censura, monopartidismo, etc.), y que occidente aceptó como mal menor. El cambio traerá derramamiento de sangre, y según pasen los días y las semanas, cuanto más se aferren al poder los dictadores más sangre se derramará y más imprevisible serán los cambios. 2011-03-31 11:36 | 8 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/69339
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