Para la mayoría de aquellos que tenemos recuerdos de los años 90, El príncipe de Bel Air estará siempre asociado a las reposiciones interminables que Antena 3 programaba a la hora de comer, y que acababan haciéndonos memorizar prácticamente cada episodio de una teleserie. Ahora bien, todo hay que decirlo, una serie tenía que ser realmente buena para que la audiencia aceptase verla una y otra vez durante varios años seguidos.
Sin lugar a dudas, El príncipe de Bel Air era una de aquellas series realmente buenas, aunque en España no sabíamos que Will Smith era una rapero al borde de la ruina que había aceptado hacer aquella teleserie simplemente para poder pagar sus deudas con el fisco. Tampoco importaba: la idea del primo pobre que se iba a vivir con los primor ricos era fácil de entender, mientras que el conflicto generacional entre el rebelde Will y su aburguesado tío Phil tampoco resultaba extraño a unos espectadores que habían nacido en la mayoría de las veces en los últimos estertores del franquismo o en los primeros años de la democracia. Que los personajes fuesen afroamericanos, curiosamente, no pareció importar demasiado a la audiencia de nuestro país, que rápidamente adoptó a los personajes como propios, tal vez porque los traductores metieron muchos guiños a la cultura española pero sin llegar a destrozar las tramas originales.
La serie duró 6 temporadas (1990-1996), alcanzó la friolera de 148 capítulos y ganó un puñado de premios televisivos (aunque, curiosamente, Will Smith nunca fue galardonado como mejor actor); en buena medida, fue un reflejo de la cultura, las modas y los gustos de los años 90. Algún día me gustaría revisitarla con calma, viendo los capítulos en orden y disfrutando de la evolución de los personajes sin tener por ello que depender de los caprichos de una cadena de televisión.
Lo de Antena3 con las series no tiene nombre (pero digo yo que habrá que buscárselo porque otras cadenas la imitaron después, aunque no tan descarado). Llegué a ver un mismo capítulo de esta serie repetido con una diferencia de 2 días, cuando lo normal era que lo repitieran cada 2 semanas.
De esta manera uno les coge asco a las series, como me acabó pasando con Los Simpson. Que fíjate tú si es difícil; bueno, pues lo consiguieron.
Lo malo es eso, que ni siquiera les daban descanso. A mí me gustaba (supongo que me gustaría si siguiera teniendo televisor) que las series se repusieran cada cierto tiempo, pero no todos los días una y otra vez, una y otra vez. Al final, como dices, acabas saturado de una misma serie.
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