Durante nuestro segundo año en la universidad, el Cubano empezó a salir con una chica de San Fernando, una localidad al otro lado de la Bahía de Cádiz, a la que se puede llegar cogiendo un bus que tarda unos diez minutos en atravesar la zona de playas y marismas que une ambos municipios.
Aunque se podría decir que San Fernando está al lado, el Cubano estaba muy preocupado por los problemas que podía conllevar tener una novia en otra ciudad. Desplazarse era un problema, sí, pero también las diferencias culturales, porque no era lo mismo ser de Cádiz y pasar las noches de verano en la playa haciendo botellón que ser de San Fernando y preferir pasar la noche en La Bodeguita tomando moscatel. Todos le dimos la razón a nuestro amigo, no por seguirle la corriente, sino porque realmente pensábamos que aquello era una relación a distancia y, como tal, iba a ser muy dura. De hecho, cuando tres meses después lo dejaron, todos concluimos que era obvio, porque las relaciones a distancia no funcionan; curiosamente todos pasamos por alto que el Cubano se había comportado como un gilipollas con la chica, y eso sí que no funciona.
Una década después mi punto de vista ha cambiado. Muchos de mis amigos tienen relaciones a distancia, y aunque nadie disfruta con una relación que te tiene a cientos o miles de kilómetros de tu pareja (y si disfrutas de no verla, en serio, ve pensando en dejarlo), lo cierto es que vale la pena si sientes que tu pareja realmente es especial. Curiosamente, las diferencias culturales son lo menos preocupante: mi pareja es chilena y, a pesar de ello, es una de las personas con los que más puntos en común (lecturas, cine, aficiones, etc.) he tenido; y lo que no tenéis en común son oportunidades de probar y conocer cosas nuevas.
Siempre que me preguntan qué es lo más difícil, respondo que conservar los sentimientos. Porque al no estar en contacto, supongo que por mero instinto de supervivencia, los sentimientos se atenúan. Sin embargo, curiosamente, cuando vuelves a ver a la persona, todos aquellos sentimientos vuelven a aparecer de repente, y es algo realmente extraño, como si el tiempo no hubiese pasado. Esa sensación siempre me recuerda a la canción de Joan Manuel Serrat “Donde quiera que estés”, que durante años imaginé como una canción dedicada a una antigua amante, pero que ahora me gusta imaginar como una canción entre amantes separados por la distancia.
¿Y todo esto a qué viene? Pues a que una amiga está a punto de volverse a España después de una estancia en el extranjero, y está planteándose seguir en la distancia su relación con la pareja que conoció allí. Elijas lo que elijas, ¡animo!
Salva y Javi abalan mi profesionalidad jajajaja. Que el primero se haya hecho travesti y el segundo haya dejado a la novia por las drogas son efectos secundarios en los que estamos trabajando...
Totalmente de acuerdo, José. Eres un claro referente para aquellos que mantienen relaciones a distancias, de hecho no es la primera vez que te he usado de ejemplo, y el otro caso termino en boda y son más que felices, oíga.