OFICINA VIRTUAL
La tecnología ha hecho el mundo más pequeño, la gestión más sencilla y las compras más fáciles: Puedes adquirir prácticamente de todo, elegir entre diferentes precios y modelos, diferentes tipos de envío y numerosas modalidades de pago. Sin embargo, hay veces en las que estamos tan deslumbrados por la tecnología que acabamos olvidando que es una herramienta, un medio para facilitar las cosas, y no un fin en sí misma. Hace unos años me quería matricular en un curso que se impartía en cierto organismo estatal. Hasta aquel entonces, lo único que tenía que hacer era conseguir un formulario que comprabas o te descargabas de su página web, intentar llegar muy temprano a las ventanillas y, mientras esperabas en una cola que podía durar de quince minutos a una hora y media, rellenabas los datos. Pero la administración se había modernizado y aquel año te permitían hacerlo todo de manera telemática, con el fin de “hacer más cómoda la relación con las administraciones”. Para poder hacerlo todo de manera telemática, eso sí, tenía que sacarme una firma digital. Tuve que entregar papeles en persona, pedir la firma por Internet, volver a personarme en una oficina y, finalmente, tras tres o cuatro días de espera y un par de paseos por administraciones públicas, me la enviaron. Rellené el formulario (nombre, dirección, cuenta corriente, nombre y código del curso, horario preferente, etc.) y lo envié. Entonces me indicaron que todo había salido bien y que debía sacar dos copias en papel, una para mí... y otra para entregarla a la misma ventanilla donde siempre había cola. Obviamente, en la ventanilla de marras había la misma cola de siempre, con la diferencia de que casi todo el mundo se demoraba más, unas veces preguntando cómo podía conseguir la firma digital o cagándose en la madre del que inventó el sistemita. Total, que la cola iba más lenta que nunca, mientras un cartelito en una esquina indicaba, yo creo que a modo de cachondeo, que si realizábamos las gestiones por Internet todo sería más rápido y cómodo. Al llegar a la ventanilla, le pregunté al pobre hombre que había allí qué sentido tenía perder varios días consiguiendo la firma digital si luego, al final, igualmente tenía que presentar una copia en papel. El pobre se encogió de hombros con cara de: “¿Tú crees que los jefes me consultan las paridas que se le ocurren?”. Un par de años después, milagrosamente, a alguien se le ocurrió que como ya tenían una copia digital con firma electrónica no les hacía falta una copia en papel con firma de tinta. En la publicidad del curso decían: “Y ahora, la inscripción telemática aún más rápida.”
2012-01-15 11:44 | 1 Comentarios
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