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NOVIAS, NOVIAS, NOVIASCuando tienes 14 ó 15 años, al menos en la primera mitad de los 90, tener una novia simbolizaba más que tener un coche de carreras. Si esa novia era, además, guapa, te convertías en un referente dentro de tu grupo. En el colegio, muchísima gente tenía novia. De hecho, eran tantos los que afirmaban salir con alguien que he llegado a pensar que algunos tenían que estar diciendo la verdad y todo. Porque no nos engañemos, la mayoría de las novias que la gente tenía eran “novias a distancia”, que tenían en el pueblo, en la ciudad de al lado, en un colegio en la otra punta de la ciudad... vamos, novias que nadie podía estar seguro que tuvieras o no. Kike tuvo una de estas novias a distancia poco después de su ruptura con la Topo, posiblemente en un intento desesperado por ponerla celosa. Vivía la buena muchacha en Roche, una urbanización que solía ser segunda residencia, pero ella vivía allí e iba a un instituto de la zona cuyo nombre Kike, menuda mala memoria que tenía, no recordaba. La mala memoria de nuestro amigo le hizo incluso olvidar el nombre de su novia, que al principio se llamaba Inma, luego Irma y finalmente, vaya a usted a saber cómo, se llamaba Inés. Era una chica tímida, timidísima, tanto que no se sacaba fotos con Kike y, aún más curioso, tampoco se sacaba fotos de carnet. ¿Qué pareja no tenía una foto de carnet el uno del otro? Pues Kike e Inma-Irma-Inés. Suerte tuvo mi amigo de que no existiera el Facebook, pues tendría que haberle creado una cuenta y trucar un buen puñado de fotos, o podría haber dicho simplemente que la chica era una vampiresa y por eso no salía en las fotos ni, ya puestos, se reflejaba en los espejos. Pero no se crean que esta manía de inventar amores lejanos afectaba sólo a los adolescentes de a pie. Toni, uno de los compañeros más creídos y chulescos del colegio (luego me enteraría que también uno de los más pastilleros y cocosos, lo cual explica mucho) también solía presumir de novia. Él si tenía una foto en la cartera, ahora bien, puesto que la chica que salía a su lado ni le estaba agarrando de la mano, ni le andaba besando ni siquiera la hacía ojitos, lo mismo podía haber sido una prima, una amiga de la hermana o algo por el estilo. Tampoco era muy convincente que la chica viviera en Córdoba, que por aquel entonces era como decir que vivía en Japón. No obstante, de ser verdad, la chica había nacido dos veces, pues un año Toni dijo que su novia cumplía años en noviembre (casualmente, el mismo día que mi padre) pero al curso siguiente la muchacha no cumplió años hasta febrero; la foto de la cartera siempre era la misma. Mi primera y única novia imaginaria fue a los 10 años. Yo ni siquiera sabía qué se hacía con una novia, si te tenías que pasar todo el día besándote con ella o si podías hacer cosas entremedio como leer cómics y jugar a videojuegos; de hecho, era un misterio si las mujeres leían cómics. La inventé porque todo el mundo hablaba en el patio de sus novias. Teniendo en cuenta que la mayoría de las novias eran de otras ciudades e incluso comunidades autónomas, que algunas tenían el pelo de color azul (eso pasa por no conocer más mujeres que las que aparecen en los videojuegos) y otras rozaban ya los 15 años, mi novia imaginaria era bastante creíble: vivía en San Fernando (a unos 15 minutos en bus, aunque igualmente lejos por ser otra ciudad), tenía mi edad y el pelo negro. De hecho, pensé en mi vecina del cuarto, que se había mudado a San Fernando unos meses atrás. Una mentira, por supuesto, ha de mantenerse con pequeños hechos. Por eso, mucha gente dedicaba las clases más aburridas a escribir cartas de amor a sus lejanas novias. Para hacerlo todo más creíble, la gente se leía fragmentos y se copiaba párrafos enteros, y todos copiaban los dos poemas de Bécquer que aparecían en el libro de Literatura. Uno hablaba de ruptura, pero daba igual, era muy bonito y a fin de cuentas sólo una o dos de cada treinta cartas iban a llegar a las manos de una mujer (y eso contando las veces que una profesora requisaba una carta). Esto de las novias imaginarias era una lata para los adultos, claro, porque los pobres ya creían que nuestra generación estaba desfasada y que todos habíamos perdido la virginidad a los 13 años, por lo que descubrir que absolutamente todos teníamos novia no hacía más que confirmarles sus terrores. Si hubieran sido listos, los profesores se habrían dado cuenta que sólo diez personas levantaron la mano sin dudarlo cuando se preguntó quién tenía novia, veinte la levantaron con algo de retraso, y los otros doce levantamos la mano por pura vergüenza... ¡pero el claustro se creyó realmente que todos estábamos ennoviados! El director incluso grabó un vídeo horrendo en el que nos hablaba de la necesidad de darnos duchas de agua fría y pensar en nuestros amigos jugando al fútbol en lugar de pensar en mujeres. No tengo muy claro si aquel hombre tenía muy claro lo que estaba insinuando... De tarde en tarde, alguien aparecía con una novia de verdad, y se convertía en nuestro ídolo personal. Gente que creías que estaba mintiendo aparecía un día con su novia, y gente que pensabas que era sincera acababa liándose con las fechas o los nombres y te demostraba que te la había estado dando con queso. Lo más divertido es que, durante mucho tiempo, la mayoría de la gente presumió de tener novia sin tener realmente ganas de tener una. Las apariencias, ayyy, siempre las apariencias.
2011-11-14 10:04 | 6 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/70757
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