Gades Noctem

Inicio > Historias > ANTOÑITO Y LA GINEBRA

ANTOÑITO Y LA GINEBRA

El pobre Antoñito nunca ha sido muy bueno en nada. No era mal estudiante en el colegio, pero ni mucho menos alcanzaba a ser el mejor estudiante. Le gustaban mucho los cómics, pero la cajetilla de tabaco diaria le impedía tener una colección tan nutrida como la mía. El cine le apasionaba, pero todo el mundo parecía tener mejor memoria para las fechas que él. Durante años, el pobre estuvo buscando algo en lo que destacar, hasta que finalmente lo consiguió: alcohol.

Antoñito se convirtió en un auténtico experto en bebidas alcohólicas gracias a un su enorme experiencia empírica en dicho campo. Te podía recitar de memoria el proceso de elaboración de un buen ron, decirte en orden de sabor los mejores whiskys del mercado, o recomendarte los mejores combinados para cada estación del año. Ni que decir tiene que, con lo pesado que era el muchacho, todos habríamos preferido que supiera menos de alcohol.

Un día, mientras estábamos buscando un bar, nos topamos con Antoñito. Nada más verme, sacó una petaca y puso cara de: “Te voy a dar una lección magistral de dos horas sobre su contenido.” Mis compañeros, tal y como establece el protocolo para este tipo de situaciones, huyeron rápidamente, cada cual agradeciendo a sus dioses que la conferencia no fuese dirigida a ellos.

“¡Huele, Jose, huele este bálsamo que todo lo cura,” me decía el muy petardo mientras me plantaba la petaca bajo las narices, y un olor a colonia barata me taladraba de la napia al cerebro. “Bueno, ¿eh? ¡Esto en España no se vende! Esto es contrabando de Gibraltar.”

Si me hubiesen dado a elegir entre beber del contenido de aquella petaca o la amputación de mis manitas, es muy probable que este blog no existiera (o que publicara mucho menos por aquello de escribirlo con la nariz), así que ya os podéis imaginar el maravilloso olor que desprendía.

“Adivina qué es,” me insistió.

“¿Brumel?,” aventuré.

“¡Pero qué dices! Es ginebra, pero de la buena, ginebra de 15 años.”

“Pero eso... eso no existe.”

“¡Ja! No existe en España, que sólo nos llega mierda, pero en Inglaterra sí que hay ginebra envejecida, y ésta tiene 15 añitos. Me la ha vendido un colega a muy buen precio.”

Volví a oler la botella. El Beefeater olía a refresco de naranja comparado con aquello. Antoñito no dejaba de hacerme gestos para beber, pero yo insistía en que ya había tomado una copa y no era plan de mezclar. Así que nada, de un buche se zampó media petaca, pero cuando el alcohol ya había bajado medio gaznate y empezaba a caer en el estómago, el orgulloso propietario de la petaca puso cara de dolor, y haciendo una sonora pausa para tomar aire me dijo: “Se nota... ayy... que es buenísimo... ayy... de lo fuerte que está.”

Tras intercambiar un par de palabras más me marché. Aquella misma noche, al llegar a casa, lo busqué en Internet. Antoñito era, realmente, una persona muy entendida en bebidas alcohólicas. De hecho, era la única persona en todo el mundo que poseía ginebra envejecida de 15 años.

2011-08-31 12:37 | 3 Comentarios