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EL DÍA DEL COLEGIO Y EL MARTILLO DE GUERRATodos los años celebrábamos el Día del Colegio, que venía a ser como una feria de pueblo pero a lo cutre. Había un sitio donde te vendían bocadillos a un precio bastante abusivo, y donde no tenían reparo alguno en rellenarte una pieza de pan con dos lonchas de queso para fundir... ¡y nada más! También había algunas atracciones, principalmente un tren de la bruja, aunque creo que en alguna que otra ocasión también disfrutamos de un castillo hinchable. El gran acontecimiento del día era la gran final del trofeo Luis Castro, una campeonato interno de fútbol que enfrentaba a las diferentes clases y a un equipo de profesores (llamado el Garrapata por alguna razón desconocida), y que levantaba grandes pasiones que nunca supe compartir. Ah, se me olvidaba, también había una misa a primera hora y una ofrenda floral a la Virgen. Si hubiésemos toreado una vaquilla, nadie habría sabido distinguirnos de un pueblo de la Castilla profunda. Lo mejor del Día del Colegio era que te permitían hacer iniciativas propias, y hubo quien hizo exposiciones de pintura, de cómic, de informática... No es que fueran gran cosa, pero eran gratis y te echabas un rato mirándolas, y en ocasiones conocían a algún compañero de otro curso con intereses parecidos a los tuyos. Santón, que andaba dos cursos por encima mía, decidió sumarse al carro de los talleres y las exposiciones, pidió permiso al tutor para hacer una demostración de pintado de figuras de plomo e incluso se planeó hacer un torneo de Warhammer, el popular juego de estrategia con figuras de plomo (aunque hace años que de plomo no tienen nada). Así, una semana antes de que se celebrara la fiesta colegial, un gran cartel apareció en el pasillo que conducía al patio:
SI TE GUSTA WARHAMMER: ¡PREPARA TU EJÉRCITO! TE ESPERAMOS EL DÍA DEL COLEGIO EN LA CLASE DE COU C
El cartel también incluía los datos de Santón, para que los curiosos pudiesen informarse. Desgraciadamente, la primera persona que fue a ver a mi amigo no fue un compañero ansioso de pintar plomo, sino el director, muy serio, vestido con su impecable traje de chaqueta que costaba un ojo de la cara (aunque luego nos decía que debíamos evitar comprar marcas) y sosteniendo en la mano el cartel de Warhammer, que había arrancado del pasillo. “Chico, ¿tú eres el que ha puesto este cartelito?” Y Santón, un poco confundido, asintió con la cabeza. “¿Y a ti te parece que esto es normal?” “Sí... bueno... supongo...” “Pues a mí no me parece nada normal. A ver, ¿se puede saber qué diablos es esto de Warhammer? ¡Porque yo sé inglés! ¡Y warhammer significa martillo de guerra! ¡Y en este colegio no hay ni ejércitos ni guerras, ni mucho menos os vais a colar con un martillo!” Tras mucho explicar y negocias, el director acabó entendiendo de qué iba la cosa: “Bueno, si queréis jugar a los soldaditos de plomo, por mí perfecto. ¡Pero nada de traer martillos!” Y se hizo la exposición, y en ella conocí a Santón. 2011-06-20 09:47 | 7 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/69948
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