MARGA Y LOS NOVIOS
En mi clase había una niña odiosa, Marga, que parecía sacada de una película de Sisí emperatriz. Tenía que ser la mejor en todo, siempre quería tener la última palabra, y el menor contratiempo era una injusticia de proporciones cósmicas. El Cubano sentía un placer malévolo cada vez que la muchacha sacaba un notable en lugar del habitual sobresaliente, y además la animaba a protestar.
“¿Sólo un notable?”, le decía con fingida voz de sorpresa, y luego miraba el examen buscando el error tachado en rojo y, muy serio se lo señalaba. “Pues a Fulano, en la C, le han dado tu misma respuesta por buena”.
¡Pobre profesor! Una semana le acosaba, incluso le gritaba, exigiendo ese sobresaliente que le habían robado. Y ni una sola vez le subieron la nota, pero nada, ella igual se quejaba,
A mí me parecía que Marga era la niña más insoportable de todo el colegio. Se tomaba las notas, los exámenes, las actividades extraescolares, ¡absolutamente todo!, con una seriedad que resultaba aterradora. Sin embargo, a bastantes chicos les resultaba atractiva, y su último novio parecía un alma en pena desde que lo dejaron.
Durante un recreo, mientras me quedaba en clase copiando meticulosamente los recursos estilísticos en la madera de mi pupitre (una pequeña ayuda de cara al examen de Literatura, mucho más útil que la estampa del santo que mi abuela se empeñaba en que llevara a los exámenes), Marga y una amiga se quedaron charlando cerca de la puerta, y la conversación que tenían me llegó.
“¡Ya llevo un mes con Paco!”, le dijo la otra muchacha, creo que una chica de la D.
“Ay, ¿ese no era motero?” La voz de Marga estaba llena de asco, como quien ve que una cucaracha se le ha colado en la nevera.
“No, mujer, motero no, es jevy.” Pero tras hacer una leve pausa, como recapitulando las últimas semanas, se corrigió. “Era jevy, porque desde que salimos juntos, ya no lleva el collar ese con una cruz invertida, ni la muñequera de los pinchos. Y las camisetas se las pone negras, pero sin dibujitos feos. Y yo no le tuve que decir nada, todo salió de él.”
Marga analizó con cuidado la situación, y acabó llegando a lo que le pareció la única posibilidad: “¿Y vas a dejarlo?”
La amiga soltó un fuerte “¡No!”. Marga debió quedarse pensando, porque su voz dejó de escucharse durante un buen rato.
“Pero si ya ha cambiado, ¿qué gracia tiene? ¡Lo bonito es cambiarlo tú, poco a poco, sin que él se de cuenta!”
Pocas veces tuve tan claro que una chica no me gustaba.
2011-04-11 11:22 | 3 Comentarios
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En mi clase también había una Marga. Pero ella tenía con los hombres una actitud próxima a la de Turandot, a raíz de una mala experiencia con el jefe de su padre. No quería novios de ningún tipo y ahuyentaba a todos los hombres que se acercaban. Realmente, las verdaderas Margas que he conocido se parecen más a las protagonistas de 'Las vírgenes suicidas'. |
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Lo malo no son las malas experiencias. Lo malo es generalizar y, al final, perderte muchas cosas diferentes. |
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