JUANITO CANTERO ES UN MONGOL
Juanito Cantero vive en Lúmina, un pequeño pueblo del sur de España. Como su padre, como su abuelo, a los 15 años ya es todo un trinquete, midiendo 1'88 y pesando cerca de 100 kilos. Como su padre, como su abuelo, es más bruto que un arado. La psicóloga diagnosticó que Juanito, además de tener el mismo nivel cultural que un hombre de las cavernas, es border line, es decir, que no tiene ninguna discapacidad cognitiva pero poco le falta. La buena señora le ha puesto todo su empeño a que el muchacho se saque el graduado escolar, y teme que los compañeros le desmotiven con bromas e insultos, cosa que por otro lado no parece muy posible, puesto que Juanito saca tres cabezas de altura, como mínimo, a sus compañeros. El otro día, al hacer un examen, mi amiga Raquel se dio cuenta de que Juanito había dejado el examen prácticamente en blanco. No era muy difícil, así que le preguntó la razón por la que no había puesto nada más que el nombre. “Señorita, es que yo paso de estudiar... ¡yo soy como mongol!” Y toda la clase empezó a reírse, claro, aunque a Juanito eso no le hizo demasiada gracia, y se lanzó a dar cabezazos al primero que agarró. “¿Veis como soy mongol? ¡Sentid el poder de mongol!” Y aquello acabó como tenía que acabar, a saber, Juanito en la psicóloga con un parte y el chico al que había golpeado en la enfermería con un chichón. Aterrorizada, la psicóloga escuchaba una y otra vez a Juanito afirmar que él era mongol, que de mayor quería ser aún más mongol, y que los mongol no estudiaban. Tras mucho indagar, la buena señora descubrió que lo de mongol lo había oído en casa. Ni que decir tiene que el director fue avisado, la asistenta social, poco menos y llaman a la CIA... y entre todos decidieron lo que mi amiga Raquel se temía: que como era la tutora, le tocaba a ella lidiar con los padres de Juanito. La madre de Juanito, famosa por tener como muletilla preferida “que te folle un gitano”, acudió presta y dispuesta a saber qué problema había con su pequeño. Y la pobre Raquel intentando explicarle lo sucedido, y la buena señora que la miraba con cara confusa, sin entender muy bien cuál era el problema. “¿Tengo que castigar al niño o no?”, terminó preguntando. “No, no... él sólo repetía la palabra mongol, y nuestro interés es saber quién le ha dicho que él es un mongol.” “¡Tanto lío para tan poca cosa! Pues yo, claro, ¿quién si no le va a decir que es un mongol?” Mi amiga con la boca abierta. “¿Y por qué le dice usted eso?” “Pues señorita, ¿usted para qué cree? ¡Para animarle, para motivarle!” “¿Motivarle?” “Claro, porque él quiere ser como su héroe, el de la película, y yo le digo que es tan grande y tan fuertote como él, y eso que aún es pequeño.” “¿Pero qué héroe ni qué película me está diciendo?” “Pues señorita, que parece mentira que sea usted profe de historias, la película del hombre ese que mata tanta gente: Mongol.” Efectivamente, Raquel descubrió tras una consulta por Internet que hay una película llamada así. Aún no sabe si compadecer a la madre o ahorcarla con sus propias vísceras.
2010-11-30 13:55 | 2 Comentarios
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Comentarios
1
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De: AMS |
Fecha: 2010-12-02 08:54 |
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Joerrrrr. Que cosas. Pobre chaval y pobre madre incapaz de ver mas allá de la tele.
Tiene narices.
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