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LA MULTA Y LA ANGANGA

Hace un par de años me encontraba dando clases particulares de Inglés a una anganga de esas que parece que sólo existen en las comedias. Eternamente maquillada y eternamente enfundada en un chándal (su preferido era un rosa con lentejuelas doradas), mascando chile con el mismo empeño que un deportista olímpico pone en su entrenamiento, esta muchacha esperaba con desgana mis visitas dos veces por semana.

He tenido todo tipo de alumnos y alumnas, desde aquellos que se motivan con la asignatura o que se empeñan en aprobar, a esos otros que le da igual todo y no tienen muy claro qué hacen en el instituto. Pero esta muchacha simple y llanamente ODIABA el Inglés. Es decir, todo el mundo odia alguna asignatura, sobre todo si hay un profesor aburrido o torpe que la da de memorieta y a carajo sacado, pero en este caso la muchacha odiaba todo lo relacionado con el inglés, desde las películas y actores estadounidenses, Gibraltar, la Coca-Cola e incluso la música. En palabras de la muchacha, Inglaterra tenía que haber sido tragada por el mar, lo cual no dejaba de ser curioso, porque Felipe II posiblemente pensara algo parecido en su momento (¿no es perturbador que personas tan diferentes compartan ideas similares?).

Un día, mientras veíamos un texto sobre la policía inglesa, vi que la muchacha ponía más interés de lo habitual, es decir, que se lo leía. Asombrado porque pudiera motivarle un texto como ese (no lo había elegido yo, se lo había puesto su profesora en un examen), le pregunté porqué le interesaba.

“Porque la poli está llena de cabrones” me explicó. “Hay dos clases de gentes que se hacen polis, y son los que no tienen amigos y los que son unos corrompidos” (eso de corrompidos me sonó a comida en mal estado, y no pude evitar sonreírme al pensar en policías zombies patrullando las calles).

Obviamente, aquel odio a la policía tenía su origen en una multa. Pero ojito, una multa injusta, cruel, hecha desde la ignorancia y el rencor de quien ni sabe ni entiende.

“Me plantaron un multón, y me decían que o pagaba un puñado de euros que no veas, o me metían en una cosa de quitarte multas que es como si fueras esclavo y te ponen a picar piedra” (bueno, en realidad lo que te ponen a hacer es trabajos comunitarios).

Pausa para sacar la foto de la moto. Sí, la foto de la moto que llevaba en la cartera, ¿ustedes no tienen foto de su coche o de su moto? Eso es que no aman a su vehículo, no tienen desarrollado el gen del sentimiento como los angangos.

“Total, que voy a decirles que no se pasen, que yo esa multa no la voy a pagar porque está mal puesta, que me la habían puesto por no llevar el casco.”

“Ah, ¿pero lo llevabas puesto?”

“A ver, puesto no, pero lo llevaba colgado del brazo. La cosa es que lo llevaba, o sea, ellos quieren que te compres el casco porque seguro que tienen a alguien que trabaja en una fábrica de cascos y se hacen el favor, que son así de cabrones y corrompidos.”

Tremendo mundo en el que vivimos, ciertamente, las farmacéuticas soltando gripes porcinas y las fábricas de cascos manipulando las leyes viales para aumentar sus ventas… es indudable que las corporaciones dominan el mundo.

“Total, que me dice que nanai, que hay que pagarla igualmente, y yo le digo que no, que ni nanai ni nonai, que yo me gasto 20 euros en la peluquería y si me pongo el casco me fastidio el peinado.”

Cuando le pregunté qué le dijeron, no me pudo sorprender su respuesta: “¿Pues no va el hijo puta y me dice que debería denunciar al peluquero, por cobrarme por los trasquilones que me ha dado? ¿Te lo puedes creer?”

Y sí, me lo podía creer: aquel peinado, indudablemente, tenía delito.

2010-06-25 00:10 | 13 Comentarios