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LIGAR USANDO TRAMPASEn mi pandilla, esa que se desperdigó hace ya tantos años, ligar era toda una aventura. Algunos lo tenían fácil, como Salva, que fue metrosexual antes de que hubiese metrosexuales, siempre en el gimnasio, depilándose, chupando sol en la playa incluso en invierno. Para él eso de tener novia era como respirar, una cosa natural, a la que no había que darle la menor importancia. El resto del grupo éramos normalitos. Tirando a esquizoides, vale, pero físicamente normales. Los había altos y bajos, los más fondones y alguno falto de potaje, melenudos los que podían y con alopecia galopante los que siempre llevaban gorra. Ni feos ni guapos, para que nos entendamos. Quien ligaba lo hacía, por lo tanto, por méritos propios. El Cubano con su aura de tipo duro, adulto a marchas forzadas, que parecía estar cargando con el peso del mundo (y que años después comprendimos que no cargaba más que con su propio papel); Pablo Carbonell con su simpatía desbordante, el hombre-fiesta que era y es, siempre dispuesto a lo que fuera; y Joaquín, qué tío, qué piquito de oro. Joaquín no sólo era uno de los compañeros con los que más hacía en aquellos años, sino todo un ejemplo a seguir. A diferencia mía, que me plantabas delante de una chica y no sabía qué decir (y si lo sabía me callaba igualmente, por miedo a meter la pata), él era un torrente de anécdotas, chistes, ideas, proyectos… ¡siempre sabía de qué hablarte! ¿A la chavala le gustaba la música? ¡Joaquín te hablaba de grupos, conciertos a los que había ido, discos que tenía en casa! Antes de que te dieses cuenta, ya había quedado con ella para ir a un concierto. ¿El cine? ¡Lo mismo! ¿Libros? ¡El tío era una biblioteca andante! Cuando comenzó a fijarse en la Topo (que a mí siempre me pareció una niña muy normalita y sosona, pero que al resto de mi grupo le fascinaba) no tuvo más que acercarse a ella y ponerse a hablar. Su relación con Kike, otro compañero del grupo, ya andaba haciendo aguas, pero cuando descubrió lo bien que se lo pasaba con Joaquín fue cuestión de tiempo que el hundimiento se hiciera evidente. Kike lo tomó mal, le prohibió hablar con Joaquín, se puso celoso hasta límites absurdos (como no había móviles, en vez de intentar leerle los mensajes nos pedía que la espiáramos cuando él no salía), y en el fondo hizo que la relación naufragase más allá de toda salvación.
Cuando Joaquín y la Topo comenzaron a salir fue bastante extraño. Con Kike, ella andaba todo el día besándose y magreándose, y sólo les faltó pedirnos dinero para alquilar un hostalito. Sin embargo, la nueva pareja charlaba muchísimo, se integraba con nosotros, y cuando tenían ganas de estar solos desaparecían. Hasta entonces, las novias me habían parecido una lata, una persona con la que andabas besándote (lo cual estaba bien), pero con la cual no tenías nada en común (lo cual era aburrido). Pero viéndolos, me di cuenta que tener una pareja no era solamente algo placentero, también podía ser divertido. Pero Kike, ay, el pobre Kike no lo veía así. No podía dejar de engañarse pensando que, de no haber sido por Joaquín, él seguiría con su amorcito. De hecho, llego a convencerse de que la pobre muchacha había sucumbió a prácticas poco ortodoxas. “Él la engañó, le dijo cosas sobre mí…”, nos explicaba. “Y la pobre, que es muy inocente, se lo creyó. Pero yo la perdono, porque se dará cuenta y volverá conmigo.” Nosotros le insistíamos que no, que nunca escuchamos que hablaran de él, ni para bien ni para mal. Pero eso, en vez de aliviarle, lo enojaba aún más: “¡Menudo cabrón! Quiere fingir que yo no existo, para que ella no compare y no vuelva conmigo.” Kike vivía una tensión continua, ahora odiando a Joaquín, ahora esperando que la Topo se diera cuenta de su error. Pero ella estaba encantada, era más agradable, más viva, mejor compañera de lo que yo recordaba. El colmo de lo absurdo llegó el día en que Kike me dijo: “Tienes que ayudarme, Jose, porque esto no es justo.” Yo no tenía mucha experiencia en las relaciones, pero le intenté explicar que las cosas no siempre salían como queríamos. ¡Si yo me enfadase cada vez que una chica que me gustaba salía con otro, me habría peleado con mucha gente! “No, tú no lo entiendes. Eso que dices está muy bien en situaciones normales, pero es que este tiparraco ha hecho cosas… ¡cosas malas! ¡No ha jugado limpio!” Yo le expliqué una vez más que no, que no era así, que ella había elegido y punto. “¡Pero no es justo! ¡Yo soy más guapo! ¡Él no se la ha ligado siendo guapo, se la ha ligado usando palabras! ¡Eso es trampa!” Y no se bajó del burro. Y hasta donde sé, sigue sin perdonarle a Joaquín haber ligado usando palabras. 2010-01-16 00:11 | 5 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/65663
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