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CARMEN FULANALa lengua española tiene algunos adjetivos que, si se usan con descuido, pueden significar prácticamente cualquier cosa. Cojamos por ejemplo la palabra “antiguo”. Si un historiador la emplea, se refiere a una época concreta aunque al mismo tiempo vaga: desde la aparición de la escritura a la consolidación del cristianismo como religión o, según que autores, la caída del Imperio Romano de occidente. Por supuesto hablar de China antigua o de América antigua requerirá otras cronologías, pero el adjetivo es más o menos claro: una época bastante remota donde las estructuras culturales y políticas eran completamente diferentes. Incluso la gente que no es historiadora pero tiene un mínimo de cultura utiliza la palabra “antiguo” con coherencia. Así, un mueble antiguo suele ser una pieza decimonónica cuanto menos, joyas antiguas se referirán a piezas de joyería heredadas de sus bisabuelos o incluso más atrás, y una película antigua se referirá a una de las primeras producciones que se realizaron, o al menos a un film realizado en blanco y negro, dejando claro el cambio que supuso el color. Pero como vivimos en un mundo consumista en el que todo se consume rápidamente y es sustituido por cosas nuevas que nos venden como mucho mejores, la palabra “antiguo” comienza a tener otro significado en las cabezas de los más jóvenes. La música clásica es antigua, pero también pueden serlo los Beatles, Queen o incluso las Spice Girls; un videojuego como Super Mario puede ser considerado antiguo aunque tenga poco más de un cuarto de siglo, salvo que hablemos de la última o penúltima versión del mismo. El problema es que cuando el adjetivo “antiguo” se mezcla con la incultura más profunda, la combinación resulta explosiva. Valga como ejemplo lo que le ha ocurrido a mi amiga Raquel hace apenas una semana en el instituto donde imparte clases, cuando un alumno ha intentado ganar puntos con ella hablando de música. “Maestra, ¿a usted qué música le gusta?” preguntó Juan, que reconoce públicamente que el único libro que se ha leído en su vida ha sido la guía de juego del Final Fantasy XII. Y Raquel respondió la verdad, es decir, que le gustan todos los estilos de música, de la clásica al metal, de los cantautores a la electrónica. En definitiva, que lo que le gusta es lo que le transmiten las canciones, sin importar de quién sea o cuándo haya sido hecha. “Maestra, eso mismo digo yo. Porque yo pensaba que una canción antigua era mala, pero hace poco he escuchado una que es de cagarse... uy, con perdón... pero es que lo es, te pone así los pelos como pinchos.” Con esa definición que había hecho Juan podía estar refiriéndose desde los juglares medievales hasta la Orquesta Mondragón, así que Raquel le preguntó qué canción era aquella que tanto le había gustado. Más allá de su curiosidad personal, tenía en mente el buen ejemplo que sería que la clase comprendiera que la música, las películas y por supuesto los libros no eran mejores ni peores según lo reciente que fueran. “Ay, señorita, usted no se cabree... pero es que la canción se llama Carmen Fulana, pero que está cantada en inglés, vamos, que no es que se meta con las mujeres ni nada. Es que te pone la piel de gallina...” A Raquel aquello no le sonaba a nada. De hecho, le extrañaba mucho que un inglés escribiera una canción llamada Carmen Fulana, aunque Juan decía que el título se lo había escuchado decir a un amigo de su hermano, y claro, lo mismo era una traducción. Al día siguiente Juan trajo el nombre del cantante inglés que la cantaba: “Es un tal Caroz, aunque lo mismo como es inglés se escribe Karoz”. Raquel intentó encontrar la canción, pero que va, en Youtube no aparecía ni Caroz, ni Karoz, ni Carmen Fulana. “A lo mejor es tan antigua que no la tienen en Yotube, mejor se la traigo mañana y así la escuchamos en clase, maestra.” La misteriosa canción había levantado ya tanto entusiasmo entre los alumnos y las alumnas que todos pidieron escucharla, y total, como era poco tiempo y Juan no solía hacer jugarretas raras, Raquel consintió y se preparó ella misma algunas canciones clásicas que esperaba gustasen a la clase y convenciese incluso a los más escépticos de que la cultura existía antes de que ellos hubiesen nacido. Allí llegó Juan con un CD pirata, los pusieron en el reproductor del departamento de historia, le dieron a play y sonó esto. 2009-10-03 01:44 | 9 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/64666
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