LA MADRE DE TODAS LAS FIESTAS
Cuando tenía 13 años y estaba a punto de terminar 8º de E.G.B. (2º de E.S.O.) un rumor sacudió a nuestro curso: Macías había hecho algo tan increíblemente gordo que sus padres le habían castigado sin ir a la excursión de fin de curso. Debía de ser algo gordo, porque Macías solía meterse en peleas, fumar, insultar a los profesores… ¡y a pesar de eso nunca le habían castigado en casa! ¿Qué habría hecho? Rumores había para todos los gustos, desde que había montado una fiesta cuando sus padres no estaban, pasando por que le habían pillado vendiendo porros enfrente de la comisaría o incluso que había dejado embarazada a dos chicas a la vez. Tras una semana de especulaciones, Macías le contó a algunos compañeros lo ocurrido, y estos a sus amigos, y estos a otra gente, y así nos acabó llegando una versión más o menos fiable de lo que allí había ocurrido. Al parecer sí que había habido una fiesta, pero oigan, no una cualquiera, no: ¡UNA CON ALOCHOL! Vamos, igualito que en las pelis yankis, de hecho, tan igualito que al igual que en estas los padres acabaron pillando al niño en pleno fiestorro. ¡Menudo escándalo! El suelo estaba lleno de cervezas de whisky, en un colchón había una pareja haciéndolo (ya sabéis el qué… ¡ESO!) y una tipa muy borracha estaba quitándoselo todo para regocijo del resto de celebrantes (que eran todo chicos). ¿Drogas? ¡Pufff! Porros, coca y anfetas, y eso es lo que aún no se habían metido. ¿Y la abuela? ¡Porque los padres habían dejado a la abuela en casa! Pues a la buena señora la habían encerrado en un armario, vamos, a pique de que le diera un infarto. Durante un par de años esa fue la mayor fiesta jamás celebrada, y todo el mundo la mencionaba. Como Macías dejó el colegio, nunca supimos si había sido aún peor, porque vete a saber la de cosas que los padres no descubrieron. Tiempo después, ya acabando el COU, mi amigo Joaquín se pasó a un instituto público y conoció al tal Macías. Cuando ya tuvieron un poco de confianza, Joaquín se atrevió a preguntarle por aquella fiesta que había disparado nuestra imaginación y nuestra lengua años atrás. “¿De dónde sacasteis todo el alcohol?” “Pues nada, fuimos a un Supersol y lo compramos.” “Costaría una pasta: tanto whisky…” “¿Whisky? ¡Qué va! ¡Pero si compramos cerveza! Y encima la mitad de las latas eran sin alcohol, porque me confundí al cogerlas.” “¿Y estabais muy fumados?” “Pues sí, pero vamos, de tabaco normal.” “¿Normal seguro?” “Bueno, normal no, porque como no teníamos ni un duro compramos Celtas y casi nos morimos de la asfixia. A uno le dio fatiga y estuvo vomitando toda la tarde.” “Joe, ese se perdió el espectáculo de las chicas.” “Bueno, tampoco se perdió nada.” “Pero se perdió todo el polvazo.” “Sí, pero él ya lo había visto.” “¿¡Cómo!?” “Pues porque la peli porno que teníamos puesta era suya.” “¿Pero y las chicas de verdad?” “Allí la única chica de verdad que había era mi abuela, que se quedó dormida viendo una corrida de toros en la salita.” Cuando Joaquín le contó a Macías la versión que durante tanto tiempo había recorrido su antiguo colegio, este no pudo menos que echarse a reír. Había sido el protagonista de una orgía salvaje y descontrolada, y él no se había enterado hasta aquel momento.
2009-06-13 10:34 | 4 Comentarios
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Comentarios
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De: Illyria |
Fecha: 2009-06-13 11:28 |
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¡Ah, las leyendas urbanas que circulan en institutos y similares...! Si yo te contara...
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2
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De: Jose Joaquin |
Fecha: 2009-06-13 21:51 |
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Esta es mi favorita no por lo que ocurrió, sino porque tuvimos al pobre protagonista como una leyenda viva, cuando en realidad le castigaron por hacer una cosa muy común y corriente.
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3
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De: Illyria |
Fecha: 2009-06-13 21:54 |
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:D
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