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UN PLAN PERFECTO“Me gusta Merche, la de tu clase”, me confesó Richi aquella mañana, justo antes de entrar en casa. No me dio tiempo de responderle nada, pues el jefe de estudios pasó como un torbellino mandando a todo el mundo meterse en las aulas, mientras soltaba su cantinela habitual: “¡Fuera del pasillo, ya llegará el recreo! ¡Fuera del pasillo, ya llegará el recreo!…” Durante las dos horas que me separaban del recreo y de poder reanudar mi conversación con Richi, me dediqué a observar a Merche. Hay que reconocer que la muchacha no era fea, si bien a mí no me gustaba demasiado (de hecho, era muy raro que Richi y yo nos fijásemos en la misma chica); en clase destacaba por ser muy formalita y sacar muy buenas notas, aunque luego le encantaba un cachondeo y era la primera que se apuntaba a una fiesta. Había tenido un novio el año pasado, pero ningún rollo ni pretendiente conocido en la actualidad. Cuando llegamos al recreo obsequié a Richi con mi evaluación de la situación. “Vamos, que tú lo ves posible” afirmó más que preguntó. “Rivales no tienes, ya depende de lo que tú hagas.” “Ese es el problema” me confesó, “que sólo nos conocemos de vista y no sé cómo acercarme.” “¡Necesitas un plan!” afirmé totalmente convencido, tal vez porque las películas de sobremesa y las reposiciones del Equipo A me habían enseñado que con un buen plan cualquier cosa era posible. Y ahí nos pusimos los dos, venga a darle vueltas a la cabeza, a ver cómo podía mi amigo acercarse a su amada. Al final nos quedó un plan bastante decente, algo poco habitual en nosotros, todo sea dicho.
===PLAN ESTRATEGICO DE ACTUACION=== A partir de aquel día Richi se pasaría por mi clase con la excusa de saludarme. Como mi mesa estaba casi al lado de la de Merche, algún día entablaría una conversación casual con ella, y así irían charlando y conociéndose un poquito. Si la cosa iba bien (ella le seguía la conversación, se lo pasaban bien, se saludaban por lo pasillos) Richi le preguntaría por donde se ponía los fines de semana, e iría a saludarla. Con cualquier excusa se quedarían a solas (te acompaño a casa, acompáñame a recargar el cubata, etc.), se besarían y nacería una bonita relación. ===FIN DEL PLAN ESTRATEGICO DE ACTUACION===
La primera parte del plan salió a pedir de boca. Richi era con diferencia el más extrovertido de todos nosotros, además de darse un aire de adulto que funcionaba bastante bien, y que había perfeccionado desde que repetía curso. El problema era que, cuando iba a preguntarle a Merche por donde salía, nos dimos cuenta de que habían llegado los Carnavales. Para quien no viva en Cádiz, hay que advertir que la ciudad suele ser bastante tranquila de noche, pero en Carnavales se llena hasta las trancas, no pudiendo apenas circular por sus calles, mucho menos encontrar a alguien. Sin embargo, el último día de clase antes de las vacaciones de Carnaval, Richi se me acercó pletórico: “Tengo una cita.” “¿Una cita?” repetí sorprendido por la pericia de mi amigo. “¿Con Merche?” “Sí, con Merche. Una cita… más o menos.” Más o menos significaba que, a pesar del bullicio, Merche quería saludar a Richi la noche del sábado, a las 11:00 junto a los cacharritos de la feria, ya saben ustedes, la casa del terror, los coches choques y ese tipo de atracciones que aparecen de la nada un día y desaparecen al siguiente. Llegamos a los cacharritos como media hora antes, pues Richi temía que no pudiéramos ponernos en un sitio visible. Todo el grupo andaba de punta en blanco, con unos disfraces que eran una maravilla. “Nada de ir churretosos, ¿eh? Quien no tenga un disfraz bueno que lo diga y le buscamos algo entre todos, pero todos bien disfrazados, que Merche no piense que somos unos tirados”, nos había advertido mi amigo. A mí me consiguió un disfraz chulísimo de Freddy Krugger, pero como no me había afeitado insistió en que me pintara la cara de negro, para no dar sensación de dejado. Sólo nos quedaba esperar, pero Richi estaba tan nervioso que no podía estarse quieto. “¿Y qué hago cuando venga? ¡Si todos os vais será muy cantoso! ¡Si viene con las amigas no sabré cómo quitarlas de en medio!” El Cubano, que era un genio para estas cosas, nos dio una solución: Merche y Richi se subirían al barco vikingo, que a las niñas siempre les daba mucho miedo, y allí él la rodearía con sus brazos, la protegería de la multitud, la acercaría hacia él y la besaría. ¡Más romántico imposible! Pero nuestro amigo seguía nervioso, así que se puso a beber como un poseso. Para no sentirse mareado, se comió de dos mordiscos una hamburguesa. Para no engolliparse, continuó bebiendo como un poseso.
La chica llegó casi puntual, todo un mérito sabiendo que la ciudad rebosaba de gente, borrachos en su mayoría. Venía con amigas, disfrazadas de hippies con sus chanclas, trenzas y blusas flowerpower, que se quedaron oportunamente a parte. Nosotros también nos quitamos de en medio, dejando a Merche y Richi en una zona de nadie en la que, si bien no disfrutaban de mucha intimidad, al menos podían conversar sin que nadie les oyera. Yo creo, y esta es mi estimación personal, que mi compañera de clase tenía cierto interés. No digo que estuviera colada ni mucho menos, pero el tonteo que se traían parecía agradarle. Cuando les vi alejarse hacia el barco vikingo supe que aquello estaba hecho, y que sólo una catástrofe evitaría que el romance surgiera entre los dos. Richi, en su celo de hacerse el protector, insistió en que entrasen en la jaula, la parte más aterradora del barco vikingo. Haciendo uso de sus codos y mala leche, logró dejar hueco para que ambos se colocasen junto a la reja, bien agarrados. Todo iba según lo planeado… hasta que el barco comenzó a moverse. El movimiento brusco, los cuerpos sudorosos que les caían encima (sobre todo a Richi, que escudaba con su propio cuerpo a Merche), la visión del mar que iba y venía fue demasiado. Richi imaginaba que, si el mecanismo se rompía, todos caerían enjaulados sobre el mar y las rocas. Se le puso cada vez peor cuerpo, recordó de repente que tenía vértigo, y finalmente algo se le subió desde las tripas, le trepó por la garganta, y finalmente abrió la boca para expulsar un potaje de tinto, cubata y hamburguesa mal digerida. El destino (y la posición protectora de Richi) quiso que aquella mezcla explosiva manchara de rodillas para abajo a Merche, que a la sazón iba con chanclas. Y así concluyó el plan perfecto.
2009-05-19 13:16 | 6 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/63128
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