LISBOA
Tan cerca y tan lejos. Eso es lo que uno piensa nada más llegar a Lisboa. Salimos de Cádiz a las 7 de la mañana, haciendo pausas para desayunar, estirar las piernas y almorzar, y llegamos tranquilamente con tiempo para ducharnos, pasear, encontrar un buen sitio para cenar y tomar unas copas.
La ciudad es diferente y, al mismo tiempo, muy parecida a las ciudades españolas. Su decadente centro histórico sorprende, pues su grandiosidad no oculta que los edificios necesitan unas buenas manos de pintura y un urgente limpiado los monumentos. Sin embargo, a pesar de resultar más barato que España (si sabes buscar y no entras en el primer sitio turístico que divisas, claro), sus carreteras son excelentes, y ciudades como Sevilla tienen mucho que aprender del excelente sistema de transporte público de la ciudad.
Y aunque es otro país, con otros horarios y una gastronomía propia (aunque nuevamente es similar y a la par distinta de la nuestra), uno se siente como en casa: el portugués se entiende con cierta facilidad, sobre todo al leerlo, por lo que no hay problema alguno para orientarse en las carreteras o en el metro; Lisboa es inmensa pero en ningún momento agobia; la gente es, en general, muy amable.
Detalles que a mi compañero Santón y a mí nos han sorprendido: la riqueza étnica de la ciudad, alimentada por los emigrantes de las antiguas colonias; la proliferación de librerías por todas partes de la capital, y el interés que muestran sus secciones de historia por su pasado colonial reciente y las guerras coloniales en África (a diferencia de nosotros, que tenemos puesto nuestro punto de mira en las independencias del siglo XIX). También es sorprendente el interés que, al menos en las librerías, se tiene por la actualidad británica y española, y muy particularmente por la literatura española, que puede encontrarse fácilmente en español y en portugués.
Y como anécdota, decir que en pleno centro de la ciudad, a cualquier hora, sin importar que sea mañana o tarde, te ofrecen hachís y cocaína… ¡y de hecho te la enseñan allí mismo! Pero vamos, que los vendedores no te molestan, y al final nos lo tomábamos a broma, y nos hacíamos los enfadados si nadie se acercaba a ofrecernos.
Lisboa, un lugar al que sin duda hay que ir. Barato, agradable, tan parecido y a la vez tan diferente.
2009-04-13 11:36 | 6 Comentarios
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Comentarios
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Yo estuve en Algar, y me recordó mucho a España. También es verdad que con los euros y que en los comercios hablan castellano parece que estás al lado de casa. Bueno, de hecho es que estás al lado de casa!!! |
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Personalmente me gusto mucho más Oporto. Supongo que será cuestión de gustos. Pero me pareció genial el contraste que se podía encontrar en esa ciudad, donde ibas caminando por el primer mundo y, de pronto, te adentrabas en una calleja donde señoras, de negro pañuelo en la cabeza, te ofrecían pollos vivos, o conejos o cabras... mientras los niños correteaban por la calle medio desnudos. Y de pronto, plas... la Catedral.
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¿Niños corriendo medio desnudos y mercados en estado lamentable? ¡Tú donde has estado es en el casco antiguo de Cádiz! |
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En Oporto pasaban esas cosas. Pero no era un mercado. Era gente vendiendo en un callejón oscuro y lleno de mierda. Era como entrar en un mundo paralelo y espectacular. |
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Si os ofrecen hachís en Lisboa, muchísimo cuidado. A mí me timaron, me dieron una piedra que ni era hachís ni era nada, pero se le parecía mucho. También me ofrecieron marihuana, que rechacé, y que supongo que sería también una estafa.
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