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FABRICANDO UN DON JUAN 2: ADAPTANDO LA HISTORIAHay bastantes versiones de Don Juan. Un buen puñado son del romanticismo, obviamente, aunque también las hay anteriores y posteriores, y desde luego no todas han sido escritas por españolitos, pues hasta el propio Byron tiene su versión. Sin embargo, en España, por casualidad, por ser la mejor o por haber sido representada mil y una vez en la Primera Cadena, la que nos ha quedado ha sido la versión de José Zorrilla. Justamente esa versión es la que mi editora quería que trasvasase al cómic. Y nótese que digo trasvasar y no adaptar. Con toda su buena intención, mi editora pensaba que lo que funcionaba a las mil maravillas en un escenario debía de funcionar igualmente bien sobre las páginas de un cómic. Como yo soy muy modosito, no me atreví a decirle nada. Sin embargo, aquello era imposible de hacer y que quedase bien, o tal vez sí podía hacerse, pero hacía falta una genialidad que yo no poseo. Y es que las obras de teatro, al menos esta, es trepidante: con sus juegos de palabras, sus rimas perfectas, su exotismo al mezclar español con italiano… pero al pasarlo a un guión, lo que quedaba eran viñetas abarrotadas de texto, texto que encima era poesía, con escenas que tienen sentido para familiarizar al espectador de teatro con los personajes y sus voces, pero que enmarcadas en viñetas se volvían totalmente gratuitas. Fue por aquel entonces que me presentaron a nuestro dibujante, Jesús Méndez, caballero de edad indeterminada y risa sonora, capaz de vender una nevera a un esquimal con su parla constante y refinada. Rápidamente me animó a que cambiase cosas, a que no aceptase la obra de teatro tal cual. Fue así como presenté a la editora una idea: adaptar Tenorio a un lenguaje más corriente, quitar los recursos que sólo funcionan en teatro y añadir otros que sólo funcionan en el cómic (como las cajas con voz en off). Aunque al principio le dio algo de miedo desvirtuar la obra, cedió. Luego, mientras íbamos escribiendo, quité algunas escenas que no me parecían relevantes. Así, la primera parte en la taberna “El Laurel” se me hacían interminables adaptadas al cómic, pues la obra de teatro se desarrolla siempre en unos escenarios más o menos fijos que varían poco a lo largo de la representación (apenas tres o cuatro veces), mientras que el cómic necesita más dinamismo: siempre la misma localización cansa. Para compensar, sumé algunas escenas que no aparecen en la obra de Zorrilla, pero que pueden intuirse que pasaban “fuera de escena”. Y ahí la malvada influencia de Méndez volvió al ataque, y me dijo que cambiáramos a los personajes. ¿No podía Doña Inés ser una chica rebelde que se negaba a aceptar el destino de esposa decente y servicial? ¿No podía Luis Mejía enfrentarse a Tenorio no por envidia, sino porque quería evitar que deshonrase a su linaje? Así fuimos cambiando cositas acá y allá, aunque hay que reconocer que la editora siempre estuvo atenta para que no nos fuéramos demasiado lejos. Creo que quedó una cosa bastante correcta gracias a su celo: los personajes no son los mismos, pero son fieles y reconocibles.
Una de las cosas más importantes que Méndez y yo aprendimos en aquellas primeras semanas de trabajo fue que toda adaptación es, en el fondo, una recreación. El celo en la fidelidad al original acaba creando un producto confuso, demasiado grueso y difícil de digerir. Quien quiera leer a Zorrilla que lea una obra de Zorrilla, no porque nosotros seamos unos artistas y queramos hacer nuestra versión, sino porque son medios muy distintos el teatro y el cómic (y el cine y el cómic, y la novela y el cómic…) y cada uno tiene sus propios ritmos, recursos y secretos. 2008-12-02 11:03 | 6 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/60856
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