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RECUPERACIONESComo Joaquín y yo estábamos en la misma clase, nos tocó hacer juntos las recuperaciones de Septiembre. Yo le recogía y nos íbamos a los exámenes juntos, y así se me pasaban los nervios previos al examen. A diferencia mía, Joaquín no tenía nervios alguno, puesto iba a los exámenes por echar el rato, porque entre aquel trabajo a tiempo parcial de camarero y la nueva novia había estudiado poco, poquísimo. A mí me habían quedado cinco asignaturas y temía repetir, ya que había tres que se me resistían: Latín, Matemáticas e Inglés, tres monstruosidades incomprensibles que jamás podría aprobarlas. “Jose, no te preocupes,” me consolaba Joaquín “que Inglés lo aprueba todo el mundo.” “¡Todo el mundo menos yo! No me entra en la cabeza, es que no me entra.” “Pero si está tirado, hombre. Tú es que no leer nada en inglés.” “¿Y qué quieres que lea?” “Anda, pues hay montones de cosas: las aventuras gráficas, por ejemplo… y en la biblioteca tienen el Hobbit en inglés… ¡y podríamos comprarnos un juego de rol en inglés!” La verdad es que Joaquín era un máquina con el inglés. Leía bastante, sobre todo libros de fantasía. Además, aunque Internet todavía balbuceaba, él ya se aventuraba a navegar en la red y buscar webs en inglés sobre cosas que no podían encontrarse en español. “¿Crees que pasarás?” le pregunté. Mi amigo se quedó pensativo, como si le hubiese preguntado uno de los grandes misterios del universo. Pasado un rato se animó a contestarme, no sé si porque había encontrado una respuesta o porque el colegio ya estaba a un tiro de piedra. “Inglés la apruebo sin problemas. Lo que ya veo más difícil es aprobar la Física, las Matemáticas, la Literatura y el Latín… ¡no he estudiado nada!” “Al menos repetiremos juntos” sentencié. Pero a mi amigo pareció molestarle aquel derrotismo mío. “A ver, no me seas tonto, Jose. Tú copias de mí y punto. Pasarás con las Matemáticas y el Latín.” “Hombre, no está tan mal repetir juntos. A lo mejor nos ponen juntos en clase.” “No, no nos van a poner juntos en clase, porque si repito mi padre me manda a un instituto público.”
El examen era un tipo test, un trámite para aprobar, aunque a mí aquello me parecía chino mandarín. Como Raúl Solano no era tonto, o si lo era al menos se las sabía todas, se puso a patrullar entre las mesas en busca de chuletas, controlando que nadie pudiese copiar del compañero, temiendo que la mitad de la clase no tuviese ni la más remota idea. Ya se imaginarán que yo me desesperé y empecé a responder en plan quiniela, porque total, no tenía ni la más remota idea. Y de copiar nanay. Cada vez que Joaquín se echaba sospechosamente para un lado, el Solano se me pegaba y no dejaba de mirarme, y en esas condiciones no podía copiar ni un monje de la Edad Media. Así prosiguió el examen hasta que faltaban unos diez minutos para entregar. En un despiste del profesor, que se fue al final de la clase ante una alarma de chuleta, Joaquín se giró y me quitó mi examen de la mesa. Como si un trilero fuera, descubrí que en su lugar había colocado el suyo. El nombre no estaba puesto. Joaquín borró mi nombre con typex y colocó el suyo propio. Acto seguido entregó. Y así, con una pequeña ayuda de mi amigo, saqué un notable.
2008-09-08 08:20 | 17 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/59337
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