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LUCES, CÁMARA Y ACCIÓN 6: ¡THE END!

La sangre no había llegado al río, es decir, Richi y el Cubano no se habían matado a golpes, ni siquiera se habían dejado un ojo amoratado. La pelea había tenido incluso una cosa buena: ahora teníamos una escena de lucha, sin arte marcial alguna, pero bastante realista.

Aunque seguían hablándose entre ellos, sólo tenían dos temas: la películas (esta escena es mejor hacerla así o asá) y Felicia. Y es que ambos, a regañadientes, habían llegado a un acuerdo: le pedirían salir cuando la película acabara. Richi apostaba que le diría que sí, a fin de cuentas la conocía desde antes que nosotros, y además era él quien le había ofrecido la oportunidad de salir en una película y quien la besaría en la última escena. El Cubano creía que todo aquello era circunstancial, y que habían sido sus charlas, sus risas y los buenos ratos de rodaje juntos los que le harían salir con aquella chica que nos había puesto la pandilla patas arriba.

Los días previos a acabar la película, mis dos amigos se desvivieron por satisfacer a Felicia en todo aquello que se le antojase. No es que a la muchacha se le antojasen muchas cosas, a lo sumo una coca-cola o un cigarrillo, pero había un auténtico duelo de velocidad para ver quién se lo ofrecía primero. Cuando preguntó si podía traer gente a ver cómo grabábamos la última escena, ambos enamorados respondieron que sí a la vez, a pleno grito, supongo que cada cual intentando eclipsar la voz del otro.

Y así llegó el gran día, el último de todos, aquel en el que se acababa la fase de grabación. Y Felicia vino acompañada, pero no de una amiga guapa, como yo esperaba, ni de unos hermanos coñones, como Kike temía, sino de un novio. Un novio que me gustaría que ustedes hubiesen visto, ¡la leche!, universitario, cachitas, con perilla (nótese nuestra ausencia de bello facial)… un novio que no la soltaba para nada, y que poco más y le ponía una correa para poder seguir agarrándola mientras grababa aquella última escena. Vamos, que no hubo huevos de darle el beso final que Richi me había obligado a meter en el guión, no fuese a ser que acabase él con un ojo morado y y con el brazo roto, por escribir aquello.

Los planes de mis amigos acabaron echados por tierra, obviamente. No es muy aconsejable pedirle salir a una chica cuando su novio, más alto y más grandote que tú, está a su vera. Sin embargo, aquel fracaso obró cual bálsamo mágico entre Richi y el Cubano, que rápidamente olvidaron sus diferencias e hicieron causa común, no contra el novio, sino contra Felicia:

“Menuda tía guarra. ¡Mira que calentarnos teniendo novio!”

“Claro, lo que quería era que nos peleásemos para divertirse.”

“Menos mal que no estaba cuando nos zurramos, ¿eh? ¡Sólo faltaría haberle dado el gusto!”

“Seguro que al novio se lo sacó en una pelea… ¡de monos!”

“¿A ti no te pareció un poco mariquita?”

“¿A ti también?”

Después de aquello no volvimos a ver a Felicia, salvo Richi, que compartió con ella unas cuantas clases particulares más.

La película… bueno, la película era mala. Yo sé que al Cubano le hacía gracia, y que Richi contaba su grabación como si hubiese sido una labor épica, pero lo cierto es que era muy mala. Además, sin equipo adecuado, no hubo huevos de montarla. Total, que debe de seguir en casa de Kike, si es que no las ha tirado o las ha cambiado por anfetas, que tal y como está el muchacho hoy día, es lo más plausible.

Aquel no fue nuestro único paso por el séptimo arte, aunque sí el más desastroso.

2008-08-12 11:51 | 1 Comentarios