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LUCES, CÁMARA Y ACCIÓN 5: CUANDO LAS ESTRELLAS CHOCAN

Grabar una película, aun siendo de aficionados, no es tan fácil como uno podría pensar. Y no me refiero al dinero que cuesta, porque con imaginación y amigos ese aspecto se puede solucionar más o menos, sino al tiempo que se gasta y las dificultades que trae reunir a mucha gente.

No tardamos mucho en darnos cuenta de que, si queríamos que la película saliese adelante, no podíamos grabar las escenas en el mismo orden que luego iban a mostrarse. Las escenas en las que salía el sol debíamos de grabarlas todas juntas, de corrido, o se nos podía ir el mes entero. Las de interiores, pues tres cuartos de lo mismo. Y también debíamos dividir las tomas entre aquellas en las que aparecían pocos actores y las que, por el contrario, parecían una batalla de romanos, todo lleno de extras y amiguetes.

Cuando creíamos que ya habíamos solucionado todos los problemas, descubrimos que nones, que uno peor había aparecido. Felicia, que sin lugar a dudas era un encanto de chica, e incluso dedicaba palabras de elogio a mi guión, que ya había que ser buena gente para decir que te gustaba aquel refrito, se había hecho bastante amiga del Cubano. Y por amiga quiero decir solamente eso, que charlaban y se reían juntos.

Esto se debía a que Richi era el héroe, y claro, salía en casi todas las escenas. Así que nuestro amigo estaba demasiado ocupado grabando, por lo que Felicia hablaba con el Cubano, que había sido relegado al papel de villano.

Un día que nuestra heroína no vino, Richi aprovechó para decirle al Cubano lo que él consideraba un par de verdades, a saber, que Felicia era suya, que la había traído él, que a qué venía intentar ligársela y molestarla a todas hora. Con mucha razón, el Cubano se cogió un cabreo monumental. A fin de cuentas, Felicia era una niña muy mona, y ambos se lo pasaban muy bien cuando estaban juntos; tal vez, fantaseaba mi amigo, aquello fuese el principio de una hermosa amistad.

Las palabras subieron de tono. Richi acusaba al Cubano de “robapivas, traicionamigos, chuloputas barato”. El otro, por su parte, respondía diciendo que todo eso era “envidia cochina, celos exagerados, no saber aceptar una derrota.”

Calentitos como estaban, Richi perdió los estribos y se lanzó de cabeza hacia el Cubano, cayendo ambos al suelo en una maraña de puñetazos, cabezazos y patadas a la espinilla.

Rápidamente, los que estábamos presentes nos lanzamos a separarlos, pero Kike nos paró:

“Quietos capullos, ¿no veis que estoy grabando? Esto lo ponemos como la pelea final entre el malo y el bueno.”

“¡Pero si nadie está haciendo kung-fu!” protestó Augusto, que se imaginaba el combate final como un despliegue de artes marciales similar al visto en las películas de acción.

“Venga, venga, si Richi sabe de artes marciales lo mismo que yo de astrofísica” se justició Kike. Todos asentimos. Total, una amistad estaba saltando a trozos en el suelo, ¿qué menos que sacarle cierto provecho? Y todo hay que decirlo, la pelea quedó estupendamente en la pantalla… ¡menudo realismo!

2008-08-09 13:11 | 1 Comentarios