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LUCES, CÁMARA Y ACCIÓN 4: ¡YA TENEMOS AL HÉROE!

No tenía perfil de estatua griega ni un cuerpo a lo Arnold Schwarzenegger, y sin embargo todos pensamos en el Cubano como en el héroe de la película. De hecho, desde que se había aficionado al género de detectives, hay que reconocer que tenía una pose de personaje de novela negra, bebiendo whisky doble en lugar de ron cola y fumando con un aire a lo Bogart.

Creo que aquella pose le venía desde que su padre les abandonara a su madre y a él. Sé que había comenzado a leer mucho para desconectar, y puede ser que con aquella pose intentase demostrar que ya era adulto, que la pérdida de su padre no le había afectado. No lo sé a ciencia cierta, nunca hablamos del tema y yo no soy psicólogo.

El hecho es que todos, exceptuando a Richi, los imaginábamos como el héroe duro y cínico de nuestra película. Habíamos ensayado algunos diálogos y, sinceramente, los había clavado; supongo que tanto jugar al rol nos ayudaba a ser un poco actores.

¿Por qué Richi no quería que el Cubano fuese actor? Ni por talento ni por envidia, sino por Felicia. Y es que la película terminaba con un apasionado beso entre el héroe y la chica, beso que se Richi quería llevarse a cualquier precio. Además, no es lo mismo ligarte a una chica siendo extra en una película que siendo el protagonista principal.

“El Cubano lo haría muy bien, pero no podrá hacer la mitad de las escenas.”

Todos nos giramos, el Cubano el primero, sin saber muy bien si aquellas palabras de Richi eran un hecho o una amenaza.

“Esta película es de artes marciales, ¿pero tú sabes artes marciales? ¿Das patadas voladoras, acaso volteretas en el aire?”

El Cubano se quedó de piedra, todos nos quedamos de piedra. Acostumbrados a ver las películas en el cine, donde todo parece muy fácil, se nos había olvidado que nos bastaba con elegir a los actores, sino que estos debían de hacer cosas muy específicas.

“¿Pero quién sabe artes marciales de todos nosotros?” preguntó Kike, a la sazón el cámara, que se había ilusionado tremendamente con aquel proyecto, igual que todos, y que ahora lo veía peligrar.

“Yo sé artes marciales” nos comunicó Richi. Tenía sentido, la verdad, a fin de cuentas era un alucinado de la cultura oriental (bueno, de lo poco que se podía saber de la cultura oriental en aquella época donde no existía Internet).

El Cubano comprendió, un poco enfadado eso sí, que no podía ser el héroe.

Ya a solas, revisando el guión para empezar a grabar al día siguiente, le pregunté a Richi qué arte marcial sabía.

“Kárate, Judo, Kung-Fu y Hokuto Shinken. Vamos, esos son los que más controlo.”

Me quedé un poco extrañado. ¿El Hokuto Shinken no era el arte marcial de El puño de la estrella del norte? ¡No podía ser! Aquel arte marcial, que consistía en hacer reventar las cabezas de la gente, no podía existir. Incluso si existía, no era posible que Richi, un chaval gaditano que tenía recién cumplido los 16 años los conociera.

“¿Dónde has aprendido tantas técnicas?”

“¡Pero si tú lo sabes!”

¿Yo lo sabía?

“Cuando nos conocimos al entrar en el colegio, ¿no recuerdas que yo estaba apuntado a Kárate?”

“Sí… tres meses.”

“Más que suficiente. Más tiempo sólo vale si quieres hacer cosas más espectaculares.”

“Ah… ¿y el resto?”

“Mi tío es policía, y una tarde me enseñó Judo en la piscina de su campo.”

“¿Aprendiste Judo en una tarde?”

“Es que es muy simple” hizo una pausa y adoptó una postura que parecía sacada de Kárate Kid, para demostrar que era un auténtico artista marcial. “El Kung-Fu lo aprendí en el Mortal Kombat II. Me he aprendido de memoria las posturas de todos los personajes.”

“Y el Hokuto Shinken leyendo El puño de la estrella del norte, ¿no?”

“¡Justo!”

No tenía muy claro, y de hecho sigo sin tenerlo, si Richi simplemente no distinguía la realidad de sus fantasías o si decía todas estas tonterías para intentar justificar que él y sólo él debía besar a Felicia. Sea como fuere, ya teníamos al héroe.

2008-08-07 11:51 | 5 Comentarios