LUCES, CÁMARA Y ACCIÓN 1: UNA HERMOSA ACTRIZ
Creo recordar que se llamaba Felicia, aunque tampoco deben hacerme mucho caso, pues lo mismo la memoria me engaña. Era una chiquilla delgaducha, más alta de lo que las muchachas suelen ser a su edad, mitad ya mujer y mitad aún niña. Lo que más destacaba de ella era su pelo, una hermosa cabellera claroscura rizada, que la recorría en cascada desde la frente hasta el final de la espalda; ocultos tras aquellos bucles, brillantes y claros, unos ojos verdes que habrían enamorado al más misógino de los hombres.
Richi no era misógino, más bien todo lo contrario, así que no debe extrañarles que desde el primer día de coincidir con ella en clases particulares se hubiese enamorado de ella. Un enamoramiento torpe, agridulce, cargado de miedo… adolescente en suma.
Las ventajas de haber conocido a aquella muchacha eran más que evidentes: las clases particulares se habían convertido en una auténtica delicia, sobre todo la parte de Literatura, en la que mi amigo la ayudaba a realizar los comentarios de texto, acercándose lo suficiente como para poder oler aquel aroma a canela que desprendía, y que habría elevado a cualquier adolescente al séptimo cielo.
Los inconvenientes eran difíciles de soportar: el miedo al rechazo, el sentir que aquel angelical rostro le sonreía no como a un amante o a un amigo, sino como a un mero compañero de clases. Aquella tortura parecía creada por el más ruin de los dioses del ultramundo, ¿pues acaso no era una tortura estar al lado del objeto de deseo, pero no ser capaz de tocarlo salvo, de tarde en tarde, con un leve roce imperceptible?
Las conversaciones que mantenían no eran especialmente brillantes. Se comentaban las clases, se rajaba de tal o cual profesor que era durísimo, se comparaban los diferentes colegios o institutos… nada que pudiese encender la chispa de la pasión.
Sólo un detalle de interés transpiró en aquellas conversaciones insulsas: el sueño de Felicia era estudiar Arte Dramático. Siempre había querido, de hecho, participar en alguna película, aunque fuese amateur.
Richi vio en aquello un clavo ardiendo al que agarrarse, y sin pensar en lo absurdo de todo aquello, mintió vilmente: “Mis amigos y yo estamos haciendo una película… no es nada espectacular, simplemente algo para presentar a concursos de aficionados. Justamente hablábamos que nos faltaba una heroína… ¿no querrías participar?”
¿Acaso alguien duda que mi amigo tocó el cielo cuando ella, feliz, le dijo que sí, que estaría encantada en colaborar? Por desgracia, ay, el resto de los amigos no sabíamos que íbamos a convertirnos en extras de aquel plan absurdo.
2008-08-02 02:16 | 2 Comentarios
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