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LA CULPA ES DE LOS ALUMNOS, QUE NO ESTUDIANImagínense que hubiese una ola de crímenes en su ciudad y la policía no hiciese absolutamente nada al respecto. No tienen por qué ser grandes crímenes, basta con que sean molestos: hurtos menores, peleas a altar horas de la noche, vandalismo… imagínense que para explicar esa pasividad, saliese en los medios un alto funcionario de la policía diciendo: “No es problema nuestro. La culpa es de los delincuentes, que no ponen de su parte.” Menudo cachondeo y escándalo que se armarían al respecto. Y sin embargo, en la educación pasa (siempre ha pasado) algo muy parecido, y sin ser mayoría, no son pocos los profesores que se lavan las manos ante el nulo conocimiento de sus pupilos, diciendo tan tranquilamente: “No es nuestro problema. La culpa es de ellos, que no estudian.” Antes de que algún listo entienda lo que quiera y empiece a bramar diciendo que estoy comparando a delincuentes y estudiantes, me explicaré: Lo que quiero resaltar es el hecho de que si hay una policía, es porque se sabe que va a haber delincuencia; de igual modo, si hay un profesorado, es porque se sabe que el alumno medio no va a estudiar por sí mismo.
El trabajo del profesor es, ustedes bien lo saben, ser mediador entre el conocimiento y el alumnado. Algunos profesores (¿quién no los ha sufrido?) consideran que ese trabajo de mediador se limita a dictar los mismos apuntes año tras año, o indicar qué palabras hay que subrayar y cuales no, llegando a algunos que ya lanzan toda la carne al asador y ponen un documental una vez por trimestre o cuatrimestre; documental que, por lo general, es igual de pesado que una clase normal. La justificación de que el alumno no quiere estudiar es estúpida. ¿Quién leería un farragoso libro que no entiende por puro gusto? ¿Quién querría estudiar algo que le aburre y no entiende? Llega entonces otra justificación muy común: “Yo sé muchísimo de XXX, pero ellos no tienen ni idea.” He tenido compañeros que aseguraban ser grandes expertos en el feudalismo, cosa que no dudo, pero sus alumnos salían del aula sin entender por qué en la era feudal no había elecciones y partidos políticos; y más de un filólogo me jura que habla un inglés perfecto y sin acento, pero sus estudiantes no pueden ni chapurrear dos palabras en la lengua de la Commonwealth. Olvidan que para enseñar no hace falta saber mucho, sino transmitir unos mínimos que permitan al alumno tener los conceptos y las ideas claras. Y si se es muy buen profesor, despertarles un interés que permita que ellos aprendan por sí mismos. Esto es, para muchos, una tontería. ¿Cómo van a aprender los niños por sí mismos? Pero sean sinceros con ustedes mismos, ¿pasaron el instituto o la universidad en blanco? ¿Sólo leyeron lo que se les mandó, sólo preguntaron lo que caía en el examen, nunca se interesaron por nada? Lo dudo mucho: puede que a uno le gustase la II Guerra Mundial, a otro traducir las letras de sus grupos ingleses favoritos, a este tal y a aquel cual cosa. Obviamente no toda una clase va a estar interesada en lo mismo, ni van a interesarse por todo, ¿pero acaso no es mejor que a lo largo de un curso profundicen un poco en un aspecto, por pequeño que sea, a que no presenten mayor interés que en vomitar unos conocimientos sobre el papel del examen?
He conocido grandes profesores. Algunos no sabían demasiado, muchos tampoco exigían que estudiásemos mucho, pero eso no fue un impedimento para que me pasaran el interés por cosas en las que nunca antes me había parado a pensar, y no hablo sólo de la historia, sino también del arte, la literatura, el teatro, la economía o el comercio. Así que vale, puedo aceptar que haya una gran diferencia de conocimientos entre el profesor y el alumno, no niego que no tengan ganas de aprender cuando entran en clase. Ahora bien, ante esos hechos sólo cabe preguntar: ¿Y qué vas a hacer al respecto, poner excusas o buscar soluciones? 2008-07-06 00:29 | 13 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/58410
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