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PREGUNTAS Y RESPUESTAS 7: LA CERRADURAManolo, el conserje, tenía una pequeña garita no muy lejos de la sala de profesores. Hombre para todo, lo mismo portero que técnico de mantenimiento, por las tardes interpretaba también el papel de agente de seguridad y guardián de las llaves, imprescindible para evitar que los alumnos se desmadren en un colegio que abre sus puertas a todo tipo de actividades extraescolares, desde talleres de fotografía e informática a los siempre clásicos clubes deportivos. Como ya hace algún tiempo que se jubiló, desconozco si sus sucesores serán igual de confiados, pero lo cierto es que a Manolo se le podían quitar las llaves con una facilidad pasmosa. Bastó que Richi llenase el retrate con rollos y más rollos de papel higiénico, y luego que empezase a tirar de la cisterna una y otra vez, para que una pequeña inundación en los retretes de la primera planta dejasen la garita vacía, y las llaves de la sala de profesores a nuestro alcance. Mientras Richi se quedaba con Manolo, ayudándole (es decir, entorpeciéndole) en todo lo posible, el Cubano y Augusto se colaron en la sala de profesores con la llave de resina, mientras yo me quedaba cerca de la garita, dispuesto a interceptar a Manolo en caso de que apareciese demasiado pronto. Weber estaba esperándonos en su casa con Sole, preparados para llamar al profesor particular de inglés y pedirle que nos resolviese el test. Ya pueden ustedes ver que el ser el genio maligno detrás del plan, o al menos el ser su novia, reducía en mucho el riesgo. Todo fue mal, como ustedes ya se pueden imaginar. Richi había inundado tan concienzudamente los retretes que, el pobre Manolo, no tuvo más remedio que irse para bajo para llamar a un fontanero. Acompañado de Richi, que no dejaba de insistir inútilmente en que aquello se solucionaba con un poco de maña, bajaron las escaleras. Mi amigo me miró con cara de “¡Jose, haz algo!”. ¿Pero qué podía hacer? Manolo estaba cada vez más cerca de su garita, y podría darse cuenta de que le faltaba una llave. Incluso de no darse cuenta, si se quedaba en la garita, muy probablemente vería cómo mis amigos salían de la sala de profesores. Así que hice lo único que podía hacer, gritar: “¡Te dije que no te acercases a mi hermana!” y saltar sobre Richi, dándole golpes medio en serio medio en broma. Manolo, pobre hombre, intentaba detenernos aterrorizado, temiendo que nos fuésemos a matar.
¿Por qué tardaban tanto Augusto y el Cubano? La dichosa llave de resina, ustedes ya se lo debían de imaginar, no funcionaba. No sé si el puñetero muchacho inca era más mañoso que nosotros, si es que Sole había hecho mal el encofrado, o si simplemente una llave de resina no vale para sustituir a una de metal, igual que los cuchillos de plástico no sirven para cortar. Pero el problema no era sólo ese. El problema era que después de forcejear un par de veces la llave no sólo no se rompió, sino que se quedó atrapada dentro de la cerradura. Así, usando una navajita suiza que hasta entonces no había tenido más función que el de corta uñas, el Cubano intentaba sacar la llave sin dejar restos. Finalmente, después de mucho hurgar, lo consiguieron. Vamos, consiguieron sacar la llave, claro, porque el puñetero armario seguía cerrado a cal y canto.
Nadie se dio cuenta de que habíamos estado en la sala de profesores. No obstante, nuestros esfuerzos cuasi-delictivos no habían dado fruto alguno. Al día siguiente teníamos un examen para el que no habíamos estudiado y nos iban a cascar (tampoco es que fuésemos a aprobarlo estudiando unos días antes). Y lo peor no era eso, lo peor es que toda una pandilla de capullos encabezados por Nacho Cortazar iban a sacar sendos dieces con menos esfuerzos que nosotros. 2008-06-24 09:34 | 6 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/58163
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