¡ESTUDIA, MALDITO!
Nunca se me podrá tachar de no dedicarle tiempo a los estudios. Cada tarde me encerraba en mi habitación, los libros y yo, dispuestos a echar un pulso, a ver quién podía más. Por lo general, los libros podían más, pero que mucho más que yo, por lo que a los veinte minutos de haber empezado a estudiar ya estaba noqueado. Cuando recuperaba el sentido me ponía a escribir partidas de rol en los cuadernos de matemáticas y física y a dibujar superhéroes en los de lengua y geografía. Vamos, que lo que faltaban eran ganas.
Mi padre entraba con cualquier excusa en el cuarto, para ver si me pillaba haciendo el tonto. Pero claro, me veía escribiendo con tanto ahínco, que no podía imaginar que en lugar de los principios de la termodinámica lo que mi bolígrafo escupía eran historias de vampiros, guerreros medievales y doncellas en apuros. Historias malísimas todas ellas, todo hay que decirlo, pero que me ayudaban a pasar las tediosas tardes “de estudio”.
Así y todo, algunas veces aprobaba algún examen. Los de Literatura, sin ir más lejos, me resultaban bastante fáciles. Geografía era un poco más difícil, pero si ponía atención en clase lograba aprobar. Educación Física y Religión se aprobaban solas. Comercio, la asignatura optativa, tampoco me resultaba difícil, a pesar de que tenía que usar las odiadas matemáticas. Lo que ya no lograba aprobar era Latín, Física y Química, Matemáticas e Inglés, puñetero inglés que luego (¡años después!) aprendí a leer sin problema alguno a base de leerme tebeos en inglés.
Un día mis padres se pusieron serios, tan serios que hablaron con mi tutor y le dijeron lo que todos los padres (al menos los que se toman la molestia de pasarse a hablar con los tutores) dicen en estas circunstancias: “El niño no me estudia, el niño no nos aprueba.”
El tutor, que era un cura menudito y muy simpático, pero que se había quedado estancado en sus partiditos de fútbol y sus adoradas películas inglesas muchos años atrás, decidió que lo mejor es que me quedara a estudiar en la biblioteca del colegio. “Allí no podrá hablar con nadie, pues la bibliotecaria es muy severa.”
Dicho y hecho, fue llevado a la biblioteca del colegio a estudiar. Me senté entre un montón de gente que tendría el mismo problema que yo, y me quedé mirando los apuntes sin enterarme de nada. Pasado un rato di un paseo entre las estanterías, por aquello de despejarme. Fue entonces cuando me di cuenta de que entre los libros de estudio había también gran cantidad de novelas adolescentes. Me pasé lo que quedaba de curso sin tocar un solo libro de texto, todo el día encerrado en la biblioteca leyendo lo que a mí me interesaba, que era justamente lo que a los profesores menos les importaba.
2008-06-04 00:19 | 4 Comentarios
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yo me leí este finde el niño con el pijama de rayas en dos horas, por tal de no estudiar el examen de física del lunes, aunque no fue demasiado mal... |
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Joaquín se leyó todas las crónicas vampíricas, el Señor de los Anillos y la Dragonlance en un sólo curso. Suspendió todo, pero vamos, no me queda duda de que se lo pasó muy bien. |
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Yo tengo mña examen de medieval y no puedo leer nada q me gusta :( xo a partir de mña x fin soy libre xa empezar a leer. |
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