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PRÁCTICAS DE CIENCIA: APRENDIENDO A FOLLAR

A Alvarito le tocó preparar, junto a la delegada de religión y otro chaval, una charla sobre sexualidad. Como la delegada de religión había sido escogida por su devoción (vamos, que los únicos hombres que entraban en su cuarto eran los santos de las estampitas), el otro chaval sólo había visto mujeres desnudas en las revistas y Alvarito, el pobre Alvarito, lo más cerca de acostarse con una chica que había estado fue cuando rozó un pecho (sin querer y con el hombro) a su ex novia Blanca, ustedes bien pueden imaginarse que lo mismo les daba hablar de sexualidad o neurocirugía, pues tenían el mismo dominio en ambas materias.

La sexualidad despertaba mucha expectación en nuestra época. Ahora, según las estadísticas, la mitad de los adolescentes ha mantenido relaciones sexuales. En nuestro tiempo, la mitad soñaba con mantener las relaciones y la otra mitad ni siquiera se había enterado que los genitales tenían un uso. Las clases de sexualidad, inocentes nosotros, se nos antojaban como momentos para aprender sobre sexo. Desgraciadamente, los profesores entendían que sexualidad quería decir “clase de biología en la que vemos la reproducción”, seguida de una visita de un cura que nos recordaba que masturbarse era pecado (sólo los hombres, claro, pues aquel santo padre desconocía que las mujeres no eran frígidas). Así que pensábamos que, al ser alumnos los que nos iban a dar la clase, habría un montón de información útil (posturas, más posturas, más posturas todavía, consejos sobre cómo hacerlo sin que tu novia deje de ser virgen y, finalmente, más posturas).

Alvarito era de esa idea, y no dudo que hoy día habría hecho un power point lleno de imágenes explícitas, como le hicieron a mi pobre amiga Raquel sus alumnos. Pero como estábamos en otra época y lo más parecido al power point que existía era la máquina de diapositivas, se tuvieron que conformar con el montón de imágenes amarillentas que el Bóxer les facilitó. Las imágenes eran para verlas, o mejor dicho, para no verlas. Las más modernas (las que tenían color) eran de los 70, lo más erótico que se veía era a una enfermera totalmente vestida que sostenía a un recién nacido.

Así que llegó el gran día, y Alvarito empezó a leer un folio interminable en el que explicaba un montón de cosas inútiles que no nos interesaban. La delegada de religión tenía que hablar de la sexualidad femenina, pero como le daba vergüenza, al final lo hizo el otro chico. Paradojas de la vida, hablar de sexualidad femenina y no haber probado siquiera la masculina. Todo el mundo se aburrió, nadie se enteró de nada (a lo mejor ese era el objetivo) y encima las diapositivas estaban al revés.

Al terminar tocaba el turno de preguntas, pero nadie quería preguntar nada. El Bóxer empezó a increpar a los alumnos, claro está, que para una vez que se hablaba de un tema que les afectaba era vergonzoso que nadie quisiera preguntar y tal.

De repente, Villavieja alzó la mano: “Yo tengo una duda, pero a lo mejor es una tontería.”

El Bóxer le dijo que no, ni mijita, que ninguna pregunta referente al sexo, gran acto dador de vida, era tonta.

Villavieja se armó de valor y preguntó: “¿Por qué los actores porno pueden estar tanto tiempo con el pito levantado?”

Silencio. Silencio espectral, tenso, chungo. El Bóxer iba a decir algo, pero de repente Alvarito se le adelantó y dijo: “Es que se ponen cocaína en el pena.”

La clase se quedó asombrada, y empezó a demandar más explicaciones. Alvarito comenzó a darlas, a pesar de las protestas del Bóxer, que estaba atolondrado ante el curso que habían tomado los acontecimientos.

Un sobresaliente sacó Alvarito. No sé si porque sorprendió con sus conocimientos, o porque los suspendidos tenían que repetir la conferencia, y no era plan.

2008-05-26 00:14 | 5 Comentarios