NUESTROS PROBLEMAS CON LAS MUJERES 6: NUNCA DIGAS JAMÁS
Ocurrió en primavera, aunque habría dado cualquier cosa porque no ocurriese. Me sentía traicionado, no sin cierta razón, por uno de mis mejores amigos. La primera chica de la que me había enamorado, ni siquiera había reparado en mi existencia. Kike se había sacado novia, y no paraba de hablar de lo hermoso que era el amor.
Me encontraba fatal. Mi autoestima, bastante frágil ya de por sí, había saltado en un millón de pedazos. El mundo se me descubría, de repente, un lugar triste e injusto. ¿Cómo es que mis amigos no se daban cuenta de lo que ocurría? ¿Cómo podían explicar los profesores teoremas y dinastías, sin darse cuenta de lo horrible que era el mundo? Sentía que algo me faltaba, y que esa sensación me acompañaría el resto de mis días.
Mis amigos tenían sus propios problemas. Relaciones frustradas, padres prófugos, novias nuevas… me sentía tan terriblemente solo que, algunas veces, temía cerrar los ojos y desaparecer.
Fue mi padre quien me preguntó, tras verme desganado un día tras otro, qué me pasaba. Yo necesitaba hablar con alguien, y se lo conté todo: cómo Richi le había pedido salir a la chica que me gustaba, cómo ella había dicho que sí, cómo estaba sufriendo al verles juntos en la pandilla...
“Supongo que no lo entiendes.” le dije.
Él se sentó a mi vera en el sofá. Me puso una mano en el hombro, y durante unos segundos me palmeó distraídamente, como si buscara las palabras correctas. Cuando comprendió que no había palabras correctas, usó las suyas propias:
“Jose, sé que nada de lo que te diga podrá hacer que te sientas mejor. Lo sé porque yo también estuve enamorado, mucho antes de conocer a tu madre, y también perdí a aquella chica.” Lo miré estupefacto. Mi padre tenía un pasado, aunque yo nunca lo había sospechado. Se me hizo difícil pensar que hubo un tiempo en el que no conoció a mi madre, un tiempo en el que fue joven, en el que tuvo mi misma edad.
“¿Qué pasó?” pregunté.
“No lo sé. Un día, simplemente, el dolor se hizo más llevadero.” Tomó aire, dudaba si debía continuar, aunque finalmente dijo: “Luego conocí a otras mujeres. Algunas me importaron mucho, y cuando las perdí también me sentí mal, fatal. A ti también te pasará.”
“No, imposible. Rosa es…”
“Rosa, bonito nombre.” Asentí. “Mira, Jose, no hay una barita mágica que te cure. Pero cuando pase el tiempo, Rosa ya no te parecerá tan importante, y lo que tu amigo hizo ya no te dolerá tanto. Y algún día lo contarás, a tus amigos o a tus hijos, y todo parecerá muy lejano.”
“No, jamás me parecerá lejano” afirmé impetuosamente.
Mi padre me dio un abrazo y me besó en la frente.
“Jamás es mucho tiempo.” Y se marchó de la habitación.
2008-04-07 00:22 | 7 Comentarios
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Comentarios
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Que gran verdad (y que gran charla) la de tu padre... |
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¿Tú padre hacía magia con sulfato de bario? :D
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¿Sulfato de bario? |
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Uy q gran verdad! tu padre entendía d esto eh? jejeje |
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La "barita", coño, la "barita"... |
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Quote= "¿Tú padre hacía magia con sulfato de bario?"
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