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NUESTROS PROBLEMAS CON LAS MUJERES 4: AMORES Y ESVÁSTICASOcurrió en primavera. Un grupo de compañeros desaparecieron de clase, y nos pasamos toda la mañana buscándolos. La culpa fue, dijeron los padres poco después, del amor.
Para entender lo ocurrido, hay que decir que Alfredo Gresmane era nazi. Bueno, más que nazi era gilipollas, porque lo único que sabía sobre Hitler era lo que le habían contado sus amigos “patriotas” y lo que había leído en el por aquel entonces jovencísimo Internet. Según Alfredo, el nacionalsocialismo era la solución para todos los problemas de España. No sabía explicártelo, pero estaba totalmente convencido. Incluso se habría rapado la cabeza si su madre le hubiese dejado. Curiosamente, y a pesar de su gusto por las esvásticas, Alfredo no era un matón. Tenía cierto aire, verdad. Podía meterse en peleas de forma ocasional, cierto. Le acompañaban dos secuaces a cada cual más tonto, efectivamente. Pero en general no se metía con nadie, y ocupaba su tiempo más en divertirse que en molestar a los demás. Por eso, aunque todo el mundo sabía que se quería tatuar una cruz gamada en la espalda cuando cumpliera los 18, nadie le evitaba ni le faltaba al respeto (eso último, en parte, por los secuaces que le escoltaban).
El señor Gresmane, el padre de nuestro compañero, era un tipo de lo más normal. Tenía una empresa de retretes y complementos de baño, echaba dinero por las orejas, y creíamos que su hijo aprobaba gracias al aguinaldo que daba todos los años al colegio, para ayudar a terminar las obras de reforma. Fue una de las primeras personas en Cádiz que puso Internet en su casa. Debía de ser una persona muy moderna, pues creía que Internet podía ser una herramienta de estudio, por lo que dejaba a su hijo conectarse cuanto tiempo deseara (y en aquella época, Internet se pagaba por horas). Alfredo estaba encantado, no porque ahora pudiese estudiar mejor, sino porque podía meterse en páginas web nazis e intercambiar correspondencia electrónica con otros amigos de los pasos de oca. Fue así, soñando por la Red con un mundo perfecto en el que no hubiese judíos - aunque Alfredo, ni decir tiene, en su vida había conocido a un judío -, que nuestro compañero conoció a Walkirya_16, una neonazi vallisoletana con la que intercambiaba mails cada noche. Igual que tantos otros, ambos cayeron enamorados perdidamente sin siquiera haberse visto las caras (y es que eso de intercambiarse fotos fue un gran adelanto).
Como Alfredo era flojo de narices, le iba fatal en clase. Los exámenes los entregaba en blanco, los ejercicios no los hacía, y ni siquiera se llevaba el chándal para hacer Educación Física. Su padre reaccionó como buenamente pudo: metiéndole en clases particulares todas las tardes de la semana, y buscándole un tutor particular para los sábados y los domingos. Supongo que también aumentó el estipendio anual al colegio, para que la directiva no olvidase azuzar a esos malvados profesores que se atrevían a suspender a los alumnos por no tener ni pajolera idea de sus asignaturas. Nuestro compañero no aguantó mucho aquel ritmo infernal, y cuando su amiga cibernética le ofreció viajar a Valladolid a pasar unos días, no se lo pensó dos veces (por el resultado, yo diría que no se lo pensó ni una). En lugar de los libros de texto, metió algunas mudas de ropa. Cogió cuanto dinero pudo del cajón de su padre. Adquirió cuanto tabaco pudo, tal vez temiendo que en el norte no hubiese. Llamó a sus secuaces para que le acompañasen. Estos aceptaron, obviamente. Al día siguiente, Alfredo y sus compinches fueron a clase como todos los días. Sin embargo, tras el primer cambio de clase, usaron alguna de las mil y una formas que existían para huir, y se marcharon a la estación de trenes. Allí intentaron comprar un billete para Valladolid, pero maldita la suerte, no salía ningún tren a aquella hora. Así que hicieron lo que - para ellos - tenía más sentido: irse a Bahía Sur, el centro comercial de la ciudad vecina. Y allí estuvieron todo el día, dando vueltas de aquí para allá, hasta que un tipo de seguridad se escamó de ver a tres chavales solos y sin prisa dar tanta y tantas vueltas, por lo que llamó a la policía pensando - acertadamente - que se habían fugado de casa. Mientras tanto, en el colegio, el jefe de estudios nos sometió a un interrogatorio de tercer grado. Como pensaba que era imposible escaparse del colegio, pensaba que Alfredo y compañía estaría escondido en cualquier rincón, gastando una broma. Obviamente, por más que registramos retretes, salas de música y demás instalaciones, allí no apareció nadie.
Al final todo se quedó en un susto. El señor Gresmane se mostró comprensivo con su hijo, que a fin de cuentas había caído presa del amor. El colegio le expulsó durante dos días, un acto simbólico para enseñarnos a todos los demás que, si te fugas de casa, luego te dan unas vacaciones de clase.
No sé si Alfredo llegó a visitar, ya con permiso paterno, a su musa aria. Puesto que actualmente milita en Izquierda Unida, vayan ustedes a saber, todo es posible. 2008-04-05 00:24 | 6 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/56647
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