Inicio > Historias > NUESTROS PROBLEMAS CON LAS MUJERES 2: AUGUSTO Y EL POEMA DE AMOR | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
NUESTROS PROBLEMAS CON LAS MUJERES 2: AUGUSTO Y EL POEMA DE AMOROcurrió en primavera. Augusto bebía los vientos por aquella niña que siempre lucía faldas estrambóticas y pañuelos de caleidoscópicos estampados y colores (¿se podía llamar Mariola?), y no podía decir dos frases seguidas sin mentar alguna de sus virtudes; virtudes totalmente inventadas, fruto de la idealización, pues lo cierto es que mi amigo nunca había intercambiado más de dos palabras con su musa. Se habían conocido en Carnaval, un día que nuestro compañero Weber trajo a sus amigas. Luego, como decía la canción de Mecano, se vieron tres o cuatro veces por toda la ciudad. Ya he comentado que no habían tenido la más mínima conversación, por lo que su relación consistía en saludarse cuando se encontraban en una tienda o en el autobús. Sin embargo, Augusto había dedicado a Mariola más de una docena de poemas. Poemas horrorosos, cursis, donde daba rienda suelta a su imaginación: Mariola la comprensiva, la amante de las artes, la consoladora de los desconsolados, la amiga de los poetas… Cuando terminaba de componer cada poema, le embargaba el pánico y la vergüenza - con razón, he de decir - y escondía su obrita en lo más profundo de su cajón. “Un día haré un poema tan bueno que se lo enseñaré y querrá salir conmigo” nos decía. Yo lo veía de otra manera: Garcilaso, Góngora y Quevedo (los únicos poetas que yo conocía) no eran un ejemplo de ligones. Dicho de otra manera, que no tenía yo muy claro que con la poesía se ligara.
No sé si al final escribió el poema perfecto, o si acabó apremiándole el tiempo, pero un día fue a buscar a Mariola a la puerta del colegio de monjas donde estudiaba. La llevó un poco a parte y le entregó el poema. La musa lo leyó, miró a mi amigo, volvió a mirar aquellos versos torpes e inexpertos… y comenzó a reírse. Augusto sintió que el mundo se le venía encima, y aún más cuando llamó a sus amigas y empezaron a leerlo y a murmurar entre ellas. Tras leer aquellos versos, todas comenzaron a reír. Augusto quería, simple y llanamente, morir. Mariola volvió a acercarse a Augusto y le preguntó: “¿De qué vais a ir disfrazados?” Mi amigo pensó que, a lo mejor, había escuchado mal, pero Mariola insistió: “¿Quién os va a hacer el disfraz?” Augusto no entendía de qué hablaba. Pronto se acercaron las amigas y le dijeron que lo que había escrito era muy cómico. “Seguro que ganáis un premio juvenil.” Confuso, aturdido, mi amigo preguntó: “¿Pero qué premios y qué disfraces?” Todas le miraron extrañadas. Una le dijo, mostrándole el poema de amor que había escrito con tanto sentimiento y seriedad: “Pues el disfraz de la chirigota para la que has escrito esta letra de Carnaval.” Augusto asintió, comprendió (que no aceptó) lo ocurrido, y dijo totalmente convencido: “Íbamos de poetas, pero al final nos sienta mejor el tipo de payasos.” 2008-04-03 00:01 | 9 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/56625
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