Inicio > Historias > LA SEMANA MÁS LARGA 10: EPÍLOGO | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
LA SEMANA MÁS LARGA 10: EPÍLOGOVolvía a ser viernes. La semana más larga de mi vida había pasado. Tenía la sensación de que ya nada era lo mismo. La amenaza de los padres de Alvarito de enviarle a un internado y la marcha del padre del Cubano podían parecer hechos no muy graves a simple vista, pero habían plantado la semilla del cambio. La posibilidad de perder a un amigo durante todo el verano, quizás durante todo un año, nos aterrorizaba: a los 15 años, doce meses son toda una vida. La marcha del padre de nuestro otro amigo también nos dejaba con la incertidumbre, con la certeza de que nuestros padres no eran perfectos; peor aún, significaba que no podíamos controlarlo todo, que algunas cosas siempre se nos escaparían de las manos.
De camino al colegio, paré en un kiosco y compré el último número de Spider-man. Lo ojeé tranquilamente mientras avanzaba. Al parecer, el héroe tenía un clon - una especie de hermano gemelo fabricado por el villano - y ahora no sabía si él era el original o no. En los tebeos todo era muy simple, siempre había un villano. Se le podía reconocer porque era malo, feo y para colmo idiota. ¿Pero quién era el malo de esta historia? Los padres de Alvarito sólo querían que su hijo pasara de curso y pudiera tener unos buenos estudios, ¿eran malos por eso? El padre del Cubano se había casado medio obligado, y durante 16 años había sido un padre ejemplar, aunque seguramente se sintiera atrapado en una vida que no había planeado. Tal vez fuera un cobarde o un irresponsable, pero se me hacía imposible considerarlo malvado. Sabes que ya no eres un niño cuando las respuestas fáciles dejan de funcionar. Habría dado lo que fuera por creer en las respuestas fáciles otra vez, por no tener incertidumbres.
La mañana pasó como tantas otras habían pasado y tantas otras pasarían. Los profesores nos contaban todas aquellas cosas que no nos interesaban. La pija de la clase se quejaba porque su novio había mirado el escote de Sandra Mora, las amigas se escandalizaban y pedían acciones contundentes contra tremendo libertino. Joaquín leía una novela de la Dragonlance en los cambios de clase, parando cada pocas líneas para decirme sorprendido: “Vaya, vaya… ¡esto se pone cada vez más interesante!” Nadie parecía haberse percatado de que el mundo había cambiado. Tal vez no había cambiado, tal vez cambiaba con tanta frecuencia que ya nadie se percataba.
En el último cambio de clase, a última hora de la mañana, recordé horrorizado una cosa: la Pitu de literatura nos había mandado hacer una estúpida redacción sobre quienes éramos… ¡y yo no había escrito ni una sola palabra! Rápidamente arranqué una hoja de un cuaderno, robé el bolígrafo a Joaquín, coloqué en el margen superior derecho el nombre, los apellidos y el número de clase. Iba a empezar a escribir, pero volvía a encontrarme con el problema de siempre… ¿quién soy yo? Ya había topado varias veces con aquel obstáculo. Tal vez habría bastado con haber mentido, pero estaba demasiado cansado de aquella semana para inventarme una máscara sobre la que escribir. Creo que escribí algo parecido a esto:
Lo siento, pero no sé quien soy. Le juro que lo he intentado a lo largo de toda la semana, pero no tengo ni idea… Sólo sé que las cosas cambian muy deprisa, que no podemos controlarlo todo. No sé quien soy, en serio. Pregúnteme dentro de uno, cinco o diez años, tal vez entonces lo sepa.
Rellené algo poco más de un cuarto de carilla. No estaba mal para el poco tiempo que había tenido, claro está, pero de ninguna manera podía compararse al folio y medio que había rellenado Joaquín, los tres folios de Weber, o la autobiografía mecanografiada a doble espacio que Nacho Cierva había redactado, con índice y todo, la madre que parió al pequeño genio. Cuando entró en clase, la Pitu recogió los trabajos, los guardó en su gastado maletín y comenzó a hablarnos de la Celestina.
A la semana siguiente, la Pitu nos devolvió nuestros trabajos para que los revisáramos. Además de las faltas de ortografía, había añadido comentarios del estilo de “repites mucho las mismas ideas” o “debes ordenar las cosas que quieres decir”. Yo tenía pánico de ver la penosa nota que debía haber puesto a mi trabajo. Sin embargo, cuando lo dejó sobre mi pupitre, vi sorprendido que me había puesto un 8. Abajo, había escrito a mano: “En eso consiste hacerse adulto: en cambiar y en aceptar que no podemos controlarlo todo.”
A lo largo de aquellos años de colegio, y luego en la universidad, volví a llevarme amargas sorpresas. Aún hoy me las llevo, y sé que muchas más vienen en camino. Los problemas de Alvarito y del Cubano se me antojan hoy simples. Pero nada es simple cuando eres un adolescente, cuando el mundo cambia a tu alrededor y aprender a afrontar problemas que hasta hacía unos días ni siquiera sabías que existiesen. Para mí, aquella fue la semana más larga de mi vida. Aquella fue la semana en la que comecé a saber quién era yo. 2008-03-14 07:17 | 14 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/56251
Comentarios
|
Consigue mis librosLa explosión Marvel: Historia de Marvel en los 70 Los animales en la Historia y la Cultura Los cómics de la Segunda Guerra Mundial Archivos
DocumentosTu IP es: Enlaces indispensablesCRISEI DIARIO DE UNA NIÑERA EN BIRMINGHAM (Alejandra Flores) |
© 2002 Jose Joaquin
|