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CARNAVAL, NIÑAS Y ROL

¡Qué buenas estaban las amigas de Weber! Oigan, en serio, sin sexismos, que eran guapísimas. Y vestían todas de diablesas, vamos, lo que a nosotros nos hacía falta a los 15 años, una niña que nos enseñara las cachas y el rabo (de atrás) ...

En la pandilla de Weber los chicos compañeros del colegio: Joaquín, un chaval rubio y muy bajito al que hasta aquel momento yo nunca había prestado atención, y Leo, con quien había compartido clase en párbulos. Por el contrario, las niñas (que sumaban una docena y se nos hacían indistinguibles a causa del disfraz) eran todas de un colegio de monjas que había a no mucha distancia del nuestro, Las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. Sobre las niñas de los colegios de monjas hay un dicho, supongo que ustedes ya lo conocerán: “o salen putas o salen tontas”. En aquellos momentos habríamos dado nuestros brazos y piernas porque saliesen lo primero.

Nadie nos había advertido, maldita nuestra suerte, que en el mundo real las cosas no suelen ser blancas o negras. Dicho de otra manera, al final las niñas no eran ni putas ni tontas, sino bastante listas y maduras (mucho más que nosotros) y además un poco estrechas (con nosotros). A eso hay que sumar que a las niñas no les gustaba el Carnaval, por lo que nuestro intento de ir a ver los coros, las ilegales o el ambiente en la viña acabó en eso, en un intento. Acabamos todos en una plazoleta, comiendo patatas calientes y bebiendo cocacola, las niñas hablando de cosas del colegio y nosotros la mar de aburridos. En apenas dos horas, había dejado de considerar a Weber el hombre más afortunado del mundo; ahora me parecía el hombre más aburrido del mundo. Comprendí que no eran tres chavales rodeados de niñas, sino tres chicos a los que se les toleraba en una pandilla de niñas. Había una gran diferencia, créanme.

“Weber, tus castas todas, cabrón. ¿Para qué querías que saliésemos contigo en Carnaval? ¡Las niñas no nos hacen caso, ni quieren venir a ver los coros, ni sabemos de qué hablar con ellas!

“Hombre, pues por eso mismo os llamamos. Porque nos aburrimos, nos aburrimos muchísimo, y lo mismo podíamos dejar de salir con ellas y hacer algo todos los tíos juntos.”

Sí, en aquellos tiempos la homofilia era algo muy típico (supongo que ahora también, aunque no tanto); las niñas se juntaban con las niñas y los niños con los niños, en las pandillas y en las clases, en los recreos y en las discotecas. Hombres y mujeres éramos dos razas diferentes, no por genes ni por nacimiento, sino porque los unos teníamos de los otros toda una batería de prejuicios que nos impedían ver más allá del estereotipo.

Después de aquel día, seguimos quedando el resto de los Carnavales, pero para jugar al rol. Tener novia, salir con niñas... sí, eso estaba bien, pero cuando tienes quince años nada de eso puede compararse a sentir que eres el protagonista de una aventura épica. Fueron, así lo recordamos aún cuando hablamos de aquellos tiempos, unos carnavales excelentes.

2008-02-09 10:08 | 4 Comentarios