LAS TETAS DE CARMEN WONDER
Carmen del Bosque era una niña simpática, charlatana y enamoradiza. A mí me parecía muy guapa, aunque la mayoría de mis compañeros ni siquiera habían reparado en su existencia, posiblemente porque apenas tenía curvas. Las populares eran las que estaban desarrolladas, las que tenían grandes pechos o caderas de escándalo, las que parecían mujeres mayores a base de maquillaje furtivamente colocado en el baño durante los cambios de clases, o aquellas que fumaban con tal picardía que nos hacían olvidar a las femme fatales de Hollywood.
A pesar de no ser voluptuosa, a mí me encantaba la compañía de Carmen. Era la chica más optimista que jamás había visto, y no había cosa que pudiera quitarle la sonrisa de los labios por más de 15 minutos. Para ella, un suspenso no era un suspenso, sino una oportunidad de pasar más tiempo con ese guapísimo profesor particular; si sus padres la castigaban sin salir, en lugar de agobiarse se limitaba a comprar algunos libros para entretenerse en su casa; creo que si el mundo hubiese estado a punto de acabarse, Carmen habría encontrado alguna ventaja en ello.
Tras las navidades, el primer día que tuvimos Educación Física, Carmen se puso su polo blanco y sus mallas. Pero no le quedaban igual que antes, pues por alguna razón desconocida para nosotros (desarrollo la llaman los científicos), sus pechos y sus caderas habían crecido durante las vacaciones. En apenas dos minutos, la clase se había desmadrado y miraba con asombro cómo aquellas curvas se apretaban contra una ropa de deporte que era, a todas luces, demasiado pequeña.
A partir de aquel día, Carmen del Bosque comenzó a tener pretendientes. Comenzó a usar sugerentes escotes los sábados por la noche. Comenzó, en definitiva, a existir para los chicos del colegio. Y algunas compañeras enojadas, que veían como tal o cual chico comenzaban a beber los vientos por Carmen, hicieron correr el rumor de que aquellos pechos no eran tales, simplemente fruto de un wonderbra. Poco después, Carmen del Bosque pasó a ser conocida como Carmen Wonder o Wonder Woman.
“Al principio me preocupó que me llamaran así” me decía un día, mientras fingíamos traducir un texto de latín “pero bien pensado, no está tan mal que me llamen la Chica Maravilla.”
Yo iba a explicarle que no, que la Chica Maravilla era de la Patrulla X y la Mujer Maravilla de la Liga de la Justicia... ¿pero de qué hubiera servido? Carmen seguía siendo, con o sin pechos, la misma niña simpática, charlatana y optimista.
2008-01-11 08:10 | 1 Comentarios
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