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REGALOS DE NAVIDADMis padres eran muy tradicionales para eso de la Navidad. La fiesta se pasaba en casa de los abuelos, con los primos y los tíos, todos juntos comiendo caldo de primero, carne mechada de segundo y algo de cordero de tercero; si la cosa se desmadraba un poco, tomábamos pijama de postre y me daban copita de anís.Pero la tradición no abarcaba solamente la cena de Navidad, sino que al volver a casa yo sospechaba que mi padre se apostaba tras la puerta, escopeta en mano, y esperaba a que Papá Noel hiciera su aparición. Pueden ustedes imaginar que el día 25 no tenía regalo alguno, salvo tal vez alguna novela que me entretenía el resto de las fiestas. Así me leí numerosas aventuras de Los Cinco, alguna historia de Nancy Drew y los hermanos Hardy, y ya algo más mayor la trilogía de la “Dragonlance”, “1984” y “Un mundo Feliz”. Por lo tanto, no deben ustedes extrañarse si les confieso que, en lo tocante a estas fiestas, envidiaba a la familia de Richi. Porque a Richi, a pesar de tener la misma edad que yo, ya le dejaban ir de cotillón (aunque al final nunca iba, pobrecito, porque a todos los amigos nos denegaban el permiso), y por Navidades le regalaban videojuegos, mangas, juegos de rol… de tal manera que tenía todas las vacaciones para disfrutar de los regalos, y no el mísero día que nos tocaba a aquellos cuyos padres querían protegernos de las tradiciones yankis a favor de los Reyes Magos. “Papá, hombre, que yo no tengo nada en contra de los Reyes Magos… que dejen los regalos el día 25 y no el día 6, y seguiré siendo el mayor de sus admiradores” decían cientos de miles de niños y niñas españoles, pero que va, ni por esas. Había, no obstante, casos peores que el mío. A Kike su padre le hacía los regalos sin contar con los gustos de su hijo, confiando (ingenuamente) en el conocimiento de los gustos de su hijo. Así, Kike pudo disfrutar de un abono para el teatro (además, en una época en la que lo único que había en el teatro eran conciertos de música clásica, que sí, que estaban muy bien y yo mismo utilicé el abono un par de veces, pero es que a Kike lo que le gustaba era el Trash Metal), de un piano nuevo (y de clases particulares de piano, ¡yujuuu!) e incluso de una colección de 50 obras clásicas de la literatura universal, que acabé leyéndome yo. Peor aún era el caso de Augusto. Sus padres le compraban ropa. Pero entiéndanme bien: lo que yo estoy diciendo es que los padres iban a la tienda, compraban lo que ellos consideraban “moderno” y “correcto”, y luego se pasaban todo el año haciendo chantaje al niño para que usara esa ropa. El cachondeo luego teníamos con los conjuntitos de Augusto, particularmente con sus pantalones naranjas y su chaquetón amarillo fosforito, podía durar mucho tiempo. Y así pasaban estos entrañables días, odiando regalos, intercambiándolos cuando nuestros padres no miraban, envidiando los estupendos regalos de Richi y soñando con que nos dejasen salir de parranda en vez de tener que pasar las fiestas con la familia. 2007-12-25 20:48 | 5 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/54351
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