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JUANA LA LOCADeberían haber conocido a Juan a los 19 años. Rocker de tupé engominado y chupa de cuero a modo de segunda piel, se dejaba crecer unas patillas monumentales, se enfundaba en unos pantalones de cuero y en una camiseta macarra, y salía a la calle a chulear con la moto, a molestar a los bien pensantes con sus pintas, a fardar con sus amigos.Aunque parecía un estereotipo subcultural, lo cierto es que nadie sabía sorprendernos mejor que Juan. Parecía un macarra analfabeto sacado de una película americana, y sin embargo descubrimos que había terminado la carrera de Filosofía; le imaginábamos fanático de la música rock (de hecho lo era), sólo para descubrir que en su discoteca también guardaba música clásica, marroquí, india…; suponíamos que un día se sacaría una novia motera o rocker como él, pero nones, se lió con la Juana, la niña más pija que os podáis imaginar. La Juana era de un colegio del Opus, los padres eran unos señoritingos estirados de esos que te miran mal si te ven sorbiendo la sopa o con la camisa por fuera del pantalón. Todos apostábamos que aquel romance duraría bien poco, pero puestos a sorprender, Juan y Juana se fueron a vivir juntos después de un año de relación, y aún convivieron otros dos antes de que un niño de papá con nariz y visa platino la enchufara doblemente, ya que también la colocó en el despacho donde trabajaba. Juana abandonó a nuestro compañero dejando la mitad de sus pertenencias abandonadas en su piso. Tres años duró la juventud rebelde de Juana, más de lo que cualquiera (incluido el propio Juan) habría esperado. Pero con Juan, ya les digo, las sorpresas nunca acababan. Pronto se recompuso con gran habilidad y dignidad de aquel duro golpe amatorio, y enseguida volvió a ser aquel crápula temido por los padres de medio Cádiz que todos recordábamos. Hubo otras novias, otros amores y ahí debería haber acabado todo. Sin embargo, apenas un año después, Juan nos dio una sorpresa aún más grande, más inesperada y más difícil de digerir. Un día lo esperábamos debajo de su casa y, para nuestra sorpresa, quien salió por la puerta no fue nuestro amigo, sino una chica que llevaba puesta la ropa de Juana (aquella que dejó abandonada), que lucía una larga cabellera rizada y que, ¡la ostia!, se parecía muchísimo a Juan. Durante unos segundos creímos que Juan tenía una hermana a la que había regalado la ropa de su ex. Pero cuando abrió la boca, descubrimos que no, que quien nos hablaba era Juan… travestido de mujer. El largo camino que Juan recorrió a partir de ese momento es una odisea que ni siquiera intentaré describir, porque nunca he vivido nada así, y no creo que sea capaz de explicarlo de forma correcta. Sin embargo, baste decir que muchos de sus amigos desaparecieron, unos aterrados y otros confundidos, ante aquel tremendo cambio. Alguno hubo, más gilipollas de la cuenta, que comenzó a llamarle Juana la Loca. Y él, ahora ella, con total naturalidad y pasotismo adquirió ese sobrenombre, y hasta donde sé lo sigue utilizando en los chats de Internet. Ayer, al salir de un restaurante mexicano, me di cuenta de que nuestra Juana estaba allí sentada con su novio. Charlamos un poco, me contó que estaba de vacaciones en Cádiz (hace ya tiempo que trabaja fuera) y me presentó a su chico. Me sorprendió mucho verla después de tanto tiempo, tan bien, tan madura y tan diferente, sobre todo sabiendo que antes de Juana había sido uno de los golfos más grandes de esta ciudad. Pero es que así es mi amiga Juana, una maestra de las sorpresas. 2007-11-12 08:38 | 4 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/53357
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