Inicio > Historias > MOTES | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
MOTESEn algunas partes del mundo, la palabra “mote” designa a distintos tipos de granos cocidos. Pero aquí en España, o al menos en Cádiz, el mote era con el sobrenombre que se te conocía. No hay que confundirlo con el “nick”, claro: el nick se lo pone uno mismo, mientras que el mote te lo ponían los demás.La forma de ganarte un mote era de lo más diversa y variopinta. Por ejemplo, cuando yo era barbilampiño y tenía 10 años, había un tipo gordo y colmilludo en la clase, al que todos llamábamos “La Gorda”. Un día, por pura crueldad, le llamé morsa, pero el muy cateto no tenía ni idea de lo que eso significaba. De hecho, la mitad de la clase tampoco. El nombre les pareció tan raro y original, que acabé llevándolo yo mismo: El Morsa. El pobre Lucas Weber, de profesión compañero mío de clase, tampoco tuvo mucha suerte: Se tiró toda su estancia en el colegio aguantando no sólo el cachondeo que su apellido despertaba entre los compañeros, sino también la nula idea de inglés que tenían los profesores, que le llamaban Lucas Véber o, más incomprensiblemente, Lucas Jéber. Vaya mala suerte, coñe, vivir en Cádiz y apellidarte de esa manera. Tal vez por eso enseguida se resignó a que los compañeros de clase le llamásemos Er Güebo, y que cada cumpleaños le regalásemos una docena de huevos “…para que pases este día de clase con los tuyos.” Lucas se reía, imagino que porque no le quedaban más narices. Además, la cosa era bastante democrática, puesto que todos teníamos algún mote (aquellos que lo niegan, simplemente desconocen que lo usábamos a sus espaldas). Así y todo, algunos compañeros se tomaban bastante mal los motes, y más que los motes las bromas que se gastaban a costa de éstos. Angelito Calvé era uno de esos pobres muchachos que no tenía asumido su mote. Todo fue culpa del Panoramix, que un día le preguntó en mitad de la clase si era familia de los dueños de mayonesa Calvé. Desde aquel día, Angelito fue El Majonesa. Y como se cogía tamaños cabreos, las bromas eran cada vez más repetidas y crueles. Un día, le llenaron de mayonesa el interior del estuche, y al meter la mano para sacar un lápiz, la retiró toda pringosa. Nunca supimos quien le gastó la broma, pero tampoco pasó nada, eran “cosas de niños”, como nos recordó el director. Finalmente, también estaba la gente que no entendía su mote. Estaba Luis El Bola, cuyo apodo le venía por estar todo el día comiendo unas enormes bolas de chicle que casi le desencajaban la mandíbula. Sin embargo, el chico pensaba que le llamábamos así porque estaba gordo (no lo estaba, por cierto), y acabó metiéndose en un gimnasio (ahora supongo que será vigoréxico). Algo parecido le pasaba a Marieta (“la pérfida, la traidora”), a la que algún exnovio desaprensivo bautizó como La Vampira, según cuenta la leyenda: “Porque lo suyo era chupar”. Era vergonzoso y cruel, pero ella estaba encantada, pues creía que el sobrenombre le venía por ser muy blanca y sensual. Los motes solían ser denigrantes y burlescos, quién lo niega. Uno los soportaba igual que los exámenes o las maratones de Educación Física, como algo intrínseco al colegio, algo molesto por lo que teníamos que pasar. A algunos nos acabaron dando igual, posiblemente cuando sabíamos quienes éramos realmente; otros aún los ocultan, o reniegan que existieron, y aún año después les duele recordarlos. 2007-10-15 12:31 | 7 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/52800
Comentarios
|
Consigue mis librosLa explosión Marvel: Historia de Marvel en los 70 Los animales en la Historia y la Cultura Los cómics de la Segunda Guerra Mundial Archivos
DocumentosTu IP es: Enlaces indispensablesCRISEI DIARIO DE UNA NIÑERA EN BIRMINGHAM (Alejandra Flores) |
© 2002 Jose Joaquin
|