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YO FUI UN FRANCOTIRADOR ADOLESCENTEBajo la cama, dentro de una caja, el Cubano escondía una enorme Mágnum del calibre .44, igualita que la de Dirty Harry. En EE.UU., maravilloso país, aquella arma habría disparado balas de verdad; como vivíamos en España, aquella herramienta de muerte era de mistos (ya saben, hacía ruido y soltaba humo) y no disparaba ni siquiera el más pequeño balín.Lo malo de tener aquella maravillosa arma era que no podíamos utilizarla, puesto que la madre del Cubano odiaba las armas de todo tipo, incluso los tirachinas. Sin embargo, una tarde que sus padres habían salido, nuestro amigo nos llamó a Richi y a mí: íbamos a jugar con aquella arma postiza. Aunque teníamos poco más de 15 años, las armas de fuego nos parecían de un atractivo tremendo. No es que deseásemos colarnos en el colegio cargados de subfusiles y pistolas automáticas, castigando a profesores aburridos y a compañeros cabrones, simplemente eran símbolo del poder y grandeza de nuestros héroes de ficción favoritos: 007 tenía su Walter PPK, El Vigilante (¡ay, qué buen tebeo era aquel!) y Harry su Mágnum .44, Punisher sus uzis… Eran las cinco de la tarde, y estábamos fascinados mirando aquella maravilla de la era pirotécnica. Pero Richi, maestro en despistar a sus padres, rápidamente nos advirtió: “Los mistos dejan un olor que se reconocen con facilidad. Mejor disparamos el arma al lado de una ventana, o tu madre se dará cuenta de que hemos hecho algo raro.” ¡Excelente idea! La ventana del cuarto del Cubano daba a la parte trasera de un caduco hotel, donde sólo se alojaban guiris sexagenarios de esos que visitan la playa incluso los días nublados y con lluvia. Así que el dueño del arma sacó el arma y disparó un par de veces… ¡menudo estruendo! Parecía que estaba disparando un cañón napoleónico. Luego me tocó el turno a mí, y comencé a disparar al aire como poseído por el rugir de los mistos y el olor de la pólvora quemada. Finalmente, Richi agarró el arma, pero cuando miró hacia la calle, vio como e patio del hotel estaba lleno de gente que corría como poseída por el diablo. Desde la altura a la que estábamos, parecían hormigas que huyeran del fuego. Media hora después llamaron a la puerta. Rápidamente guardamos el arma, y como hacía ya rato que habíamos echado ambientador (ahora los padres del Cubano creerían que habíamos estado fumando marihuana, no disparando), abrimos tranquilamente la puerta, pensando que los padres de nuestro amigo volvían antes de tiempo. Pero en lugar de los dos progenitores, nos encontramos a dos policías nacionales. Rudos, pero tranquilos y afables a su manera, los agentes de la ley escrita por otros nos explicaron que habían recibido una llamada de socorro por parte del rancio hotel: un francotirador con un fusil de asalto se había apostado y estaba disparando contra los huéspedes del hotel. Podéis imaginar nuestras caras de sorpresa. Desde luego, tuvieron que ser tan grandes, que los policías enseguida se convencieron que del susodicho fusil no teníamos ni idea. Al día siguiente, el Hotel aparecía en una página interior del periódico. El propio cronista aseguraba haber visto los agujeros de bala arrojados dejados el fusil en la pared del edificio, y aseguraba que por suerte no hubo ningún herido. Aquella fue la vez que más cerca me sentí de ser un soldado estadounidense... 2007-09-26 12:22 | 12 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/52431
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