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CORRE-CORRE-PICA-HUEVOSEl corre-corre-pica-huevos era un juego típico de chicos, tanto que en nuestro 8º de E.G.B., donde no había más mujeres que las maduras profesoras, se jugaba cada vez que surgía la oportunidad. Era simple, algo bárbaro y tontorrón, pero ayudaba a matar el tiempo en los recreos.Pero me doy cuenta que muchos de ustedes no conocerán las reglas de este juego. Son muy simples, escuchen con atención: El juego es muy parecido al coger, ya que hay que perseguir a los compañeros en un espacio limitado, del que no puede salirse. La innovación del juego consiste en que no basta con agarrar a la gente, sino que tienes que hacerle un pica-huevos, dicho de otra manera, darle un golpe seco en los testículos. Una vez picados los huevos, víctima y picador son perseguidos por los demás jugadores, que tienen derecho y obligación de darles una catea si les cogen. Para salvarse, deben correr a toda prisa hacia la “casa” (usualmente una esquina o una portería). Después de esto, el número de picadores aumentaba a dos, luego a tres, luego a cuatro… y así hasta que sonara la sirena o no quedaran más huevos que picar. En un mundo ideal de caballeros, el juego sería divertido. Pero como nosotros éramos unos cabroncetes, era aún mucho mejor. Porque para evitar ser picados, en medio de un tumulto de cuarenta personas, algunas veces ponías una zancadilla aquí o empujabas a alguien allá. Además, como bien se imaginarán, al pobre desgraciado que le picaban los huevos no le quedaban muchas fuerzas para correr, por lo que solía recibir una tunda monumental. Por lo general, en el momento en que caías al suelo unas quince o veinte personas te saltaban encima, después de lo cual te dejaban en paz (más que nada, por miedo a rematarte). Debo advertir que, en contra de lo que les pueda parecer, este juego era muy democrático. A diferencia del fútbol, donde siempre hay estrellitas, o del baloncesto, donde siempre hay un tío largo que las encesta todas, en este juego todos acabábamos siendo picados y picadores antes o después. Supongo que por eso era tan popular. Cuando llegamos a 1º de B.U.P. el juego quedó aparcado durante unos meses. No es que nos prohibiesen jugar, simplemente las clases se volvieron mixtas, y claro, díganme ustedes qué gracia tiene golpear en los genitales a alguien que no tiene testículos. Un día, nuestro profesor de educación física nos propuso una actividad divertida y muy participativa. Consistía en reunirnos en pequeños grupos, tres o cuatro personas, y crear durante el fin de semana un juego donde hubiese movimientos sincronizados, carreras, trabajo en equipo, etc. Ya se pueden imaginar que a todos se no ocurrió hacer el corre-corre-pica-huevos, pero como ya les había dicho, estaba el problema de qué hacer con las chicas. Tras el fin de semana, jugamos a un montón de juegos caseros, más o menos divertidos. Había guerras de globos con agua, esquiva de cañonazos (balones, vamos), carreras de relevos… ya se imaginan. Y de repente llegó Alfredo Gresmane, un genio allá donde los haya, y junto a sus amigos presentó nuestro juego, el de siempre, adaptado para que las chicas pudieran jugarlo: “El es de ciencia-ficción. Y es que las mujeres, como sacan mejores notas que nosotros, pues acaban dominando el mundo en un futuro no muy lejano. Los hombres, como nos da vergüenza no ser los mejores, nos volvemos a los bosques a hacer el animal, claro está. Pero las mujeres, que no quieren que se acabe la especie, salen a cazar esperma de hombres.” La cara de las niñas era todo un poema. La cara de los niños era de incredulidad ante la estupenda historia que estábamos oyendo. No tengo duda de que habríamos acudido en masa a ver la película, si se hubiese hecho, se entiende. Para salvar el problema de que las mujeres no tienen pene, ellas serían las picadoras. Todas, a la vez. Así, la que más huevos picara (o más esperma recolectara, siguiendo la trama del juego) sería la ganadora. Los chicos enloquecimos de alegría. Habíamos descubierto una manera de continuar acercándonos a la esterilidad sin dejar a un lado a las chicas. Si hubiésemos sabido qué significaba la palabra “coeducación” nos habríamos sentido orgullosos y todo. Las chicas no lo vieron igual que nosotros. De hecho, se negaron a jugar. Una incluso se lo dijo a su padre, jefazo supremo de la MAFIA, que diga del AMPA (Asociación de Madres y Padres de Alumnos), y se armó la de dios es cristo. Ya se pueden imaginar, Gresmane quedó tachado de depravado y obseso sexual, y lo tuvieron visitando a la psicóloga del colegio dos meses lo menos; además, a los “reinventores” del juego se les expulsó tres días de clase y se les suspendió en Educación Física. Nuestro tutor, indignadísimo, nos bufó en una tutoría que aquella no era forma de tratar señoritas de catorce años. Alguien, por lo bajini, se quejó diciendo que, si querían que supiésemos tratar a las chicas, les habría sido más fácil ponernos juntos a los cuatro años, no a los catorce. 2007-07-18 00:12 | 11 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/50926
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