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AHÍ TIRADOMírale ahí tirado, apoyado en la tapia, con la cazadora vaquera, dos camisetas, chupando sol y sin enterarse de nada. El cigarrillo se le ha medio consumido en los labios y ni le ha dado una calada. No sabría decirte si está dormido o hasta arriba de algo. Cualquier día Lolo se muere y ni nos enteramos.Llevo viéndole ahí apoyado ya no sé ni cuantos años. Siempre con el cigarrillo a medio consumir, con los ojos enrojecidos como si acabara de llorar. Tiene la mirada tan perdida, que puedes pasarte una hora observándole y ni se da cuenta. Un día, unos niños le dieron un pelotazo, sin querer, y apenas se inmutó. Movió la mano, como intentando apartar una mosca, y enseguida volvió a quedarse quieto. A veces lo veo pasear por la barriada, como un fantasma que no perteneciese del todo a este mundo. No da miedo a nadie, no molesta a nadie, y a lo sumo estorba a algún conductor, cruzándose en la carretera como si los coches no fuesen con él. No sé que se mete, pero parece que en casa ya prefieren que se lo meta a que acabe mal por hacer una tontería. Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que Lolo era un tipo muy diferente. Le recuerdo como era hace muchos años. Era de la barriada e iba con mis tíos a todos lados, a la playa, al fútbol, y por supuesto a ligar al Holiday, que por aquellos tiempos era una discoteca para adolescentes. Aunque yo era muy pequeño, le recuerdo perfectamente. Mi abuela dice que eso es imposible, que mi imaginación guarda el recuerdo de alguna foto que habré visto (Lolo siempre chupaba cámara, y la mitad de las fotos de mis tíos lo tienen como invitado sorpresa), pero estoy seguro de recordarle jugando conmigo, en movimiento, no inmovilizado en una vieja fotografía. Por supuesto, sus ojos eran muy diferentes: no tenían ese tono enrojecido, sino que poseían un brillo especial, hoy ya difuminado. La boca, en vez de un pitillo a medio fumar, sostenía una sonrisa eterna. El pelo no era un estropajo negruzco, sino una media melena que a mi abuelo le parecía de mujer. Recuerdo los gritos de mi abuelo: "¡Lolo, como no te cortes esa melena, te van a confundir con una chica!". Pero Lolo reía, me revolvía el pelo, y se iba con mis tíos a jugar al fútbol. Mis primeros pinitos de futboleros los hice con él. Imagínate, yo con 4 años intentando regatear a uno de los mejores delanteros de la barriada. Y es que era una estrella, y no porque lo diga yo, sino que en la liguilla que jugaban le tenían pánico. Años después, cuando vi Oliver y Benji, me acordé muchísimo de él. Y es que tenías que verle en movimiento, no había quien le robara el balón. Sólo tengo un puñado de recuerdos de Lolo antes de que empezara a perder peso y a ser una sombra de sí mismo. Uno de ellos era Inma, su novia. Era preciosa, o al menos así la recuerdo yo. Blanca y pecosa, de nariz respingona y labios muy finos. Era delgadita y muy alta, aunque también puede ser que yo la recuerde así debido a la poca estatura que tenemos los niños cuatro años. Jugaba conmigo a las damas, mientras esperaba a que mis tías se terminasen de arreglar. Lolo la hacía enfadar pellizcándola, y ella le escondía el tabaco para vengarse. Yo, que siempre he sido muy tramposo, aprovechaba para mover las fichas y volver la partida a mi favor. Y ella, aunque se tenía que dar cuenta, me dejaba ganar. Supongo que fue la primera mujer mayor de la que me enamoré... Hace unos años, yendo para casa de mi tía, vi a una mujer bajita y gordita que paseaba por la barriada, cogida a la mano de una niña que me recordaba a la Inma que yo conocí. Si era quien mi tía dice, no me reconoció. Pero aunque mi tía lo jure, me niego a creer que fuera la Inma de Lolo. En la radio, eternamente puesta, sonaban Alaska, Mecano, y Gabinete Caligari. Yo quería ser mayor para poder fumar igual que Lolo. Quería ser mayor para salir con ellos por la tarde. Algún día, pensaba, tendría una novia igual que Inma, quizá su hermana pequeña, y saldríamos todos juntos al Holiday. Me hice mayor. Ya sólo oigo la radio para oír mi propia voz. Al final nunca fumé y nunca pude salir con ellos por la tarde. Inma no tenía hermanas, o si las tuvo nunca las conocí. El Holiday ya no es para adolescentes, y aunque aún lo fuera, yo ya no tengo edad para entrar. Lolo se empezó a meter no sé que mierda, y la barriada se fue yendo al carajo poco a poco. Cualquier día, Lolo se muere y ni nos enteramos. Yo hace ya varias semanas que no le veo, y tengo miedo de preguntar si alguien sabe algo de él. Él ya no es Lolo, claro, hace años que ya no lo es. Lo mismo mañana me entero que se ha muerto, que se ha convertido finalmente en un fantasma, y me espera para ir al Holiday, para fumar con aquel arrojo, para pellizcar a Inma cuando menos se lo espere. 2007-07-07 09:46 | 8 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/50735
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