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LA ÚLTIMA GUARDIA
Decía Joaquín Sabina aquello de “donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, y aunque no tengo claro si eso es cierto para el mundo real, sin duda es una gran verdad para los mundos de ficción. El recuerdo y la nostalgia, en muchas ocasiones, nos hacen recordar con especial cariño obras a las que no daríamos ni siquiera un mísero aprobado en caso de ser vistas de nuevo; otras veces es, simple y llanamente, que los tiempos han cambiado y ya no nos gustan las mismas cosas. Quizá por ello no es buena idea sacar secuelas ni precuelas una vez pasado el tiempo, pues nosotros no somos los mismos ni las obras son ya las mismas. Seguramente esa es la razón por la que, cuando hace un par de años anunciaron la película televisiva La última guardia, la secuela de Farmacia de Guardia década y media después de que la serie concluyese, mi reacción fue escéptica y no tuve el menor interés por verla. Los tiempos habían cambiado y temía que intentasen “modernizar” la historia y los personajes, destrozándolos en el proceso. La películas que son secuelas de teleseries, no sé muy bien por qué, parece que en lugar de ser un homenaje son la venganza de un guionista furioso que no deja títere con cabeza. Hace algunas semanas, no obstante, vi algunas escenas sueltas de la serie original y tuve cierta curiosidad por ver la película y saber si habían sido capaces de mantener el listón. Mi primer malestar comenzó cuando vi que el creador de la serie, Antonio Mercero, no estaba implicado con el proyecto. A pesar de todo, su ausencia parecía deberse a que el año anterior le habían detectado Alzheimer, no a que la productora quisiera reinventarlo todo; de hecho, me tranquilicé cuando vi que el guionista era Eduardo Ladrón de Guevara, quien había escrito numerosos episodios de la serie original. Como todas las películas que continúan a una serie, La última guardia comienza con algo que sobresalta la vida de los personajes y hace que el reencuentro sea relevante. En este caso, el problema es que el personaje de Concha Cuetos va a tener que cerrar la farmacia al no poder hacer frente a la subida del alquiler que va a sufrir tras la remodelación del edificio. Para dar la noticia, decide llamar a toda la familia, incluso a su antiguo novio y a su exmarido, y celebrar una cena con todos ellos. Desgraciadamente, si bien la idea es buena (al menos no dejan paralítico a nadie, como sucedía en No te fallaré, secuela de Compañeros) el desarrollo es más que lamentable. En primer lugar, porque hay demasiados actores y el director no parece ser capaz de dirigirlos, habiendo auténticos monstruos de la interpretación que quedan totalmente descompensados ante actorcillos que parecen sacados de un programa de chistes. En segundo lugar, algunos actores no casan con el personaje, y por más que el personaje de Carlos Larrañaga fuera un truhán, es difícil casar al hombre anciano y torpe que nos vemos con el vividor de gran sexualidad y sensualidad que nos muestra el guión. Finalmente, el humor absurdo de la película termina siendo ridículo y exagerado (llegando a su punto máximo con la aparición del grupo La oreja de Van Gogh en plena farmacia), cuando en la serie fluía con tal naturalidad que daba risa sin ser risible. Es difícil competir con uno mismo, mucho más si los tiempos han cambiado y si debes convertir lo que habría sido un capítulo de 30 minutos en una película mucho más larga. Quizá, simple y llanamente, los límites entre las series y las películas son mucho más rígidos de lo que nos habíamos imaginado.
2012-10-15 07:50 | 1 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/72536
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