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LOS MITOS Y LA HISTORIAHace unos días comencé a leer The History of the Ancient World (La historia del mundo antiguo), una historia de la humanidad desde el origen de las primeras comunidades asentadas hasta la desaparición del estado romano en occidente. Escrita por la historiadora Susan Wise Bauer, experta en temas culturales, que ha escrito un tomazo de casi 900 páginas que, por cierto, intenta (y en buena medida logra) recoger también civilizaciones como la del valle del Indo o la región que hoy es China, haciendo una historia menos eurocéntrica. El problema de los manuales de historia antigua es que son un coñazo. En ocasiones, los autores quieren explicarlo todo y dan una batería de datos (fechas y nombres de reyes y ciudades mayormente) que acaban abarrotando tu cabeza sin que seas capaz de entender nada sobre el pasado; ese tipo de libros está bien si quieres localizar a un monarca o una ciudad, pero si te interesa saber en qué creían, cómo vivían y qué pasaba por las mentes de las personas de esa época, no te enterarás de nada. La otra opción habitual son los libros que intentan explicarte la vida cotidiana, pero que desgraciadamente no hacen más que hablarte de yacimientos arqueológicos. La arqueología es muy importante para la historia, no tengáis la menor duda, pero un libro divulgativo o un manual deben de procesar e interpretar los datos arqueológicos: de nada le sirve al aficionado a la historia saber que en Mesopotamia se encuentran varios modelos culturales de acuerdo a la forma y decoración de las vasijas. La virtud de Bauer es que utiliza los datos arqueológicos pero, al mismo tiempo, nada en los mitos, los textos históricos y la antropología para ofrecerte un relato mucho más asequible, en el que intenta explicarte no solo cuál era el nivel tecnológico de Uruk en el año 2.700 antes de nuestra era, sino que también se adentra en cómo entendían el mundo y, sobre todo, cómo se entendían a ellos mismos. Gracias a su pluma, uno no solo sabe lo que había en el pasado, sino además comprende por qué era así. Obviamente, Bauer nos advierte de que en ocasiones se manejan nociones muy generales y que la información que poseemos es muy limitada, pero al mismo tiempo intenta emplear todo tipo de fuentes históricas (cotejando, analizando, comprendiendo) para dar mayor profundidad a su relato. Quiero compartir con vosotros la maravillosa explicación que hace sobre el uso de los mitos como fuente para conocer el pasado, una idea que no es suya pero que, sin duda, explica magníficamente:
Las primeras personalidades que aparecen en la historia del mundo antiguo parecen ser en parte humanas y en parte divinas; los primeros reyes gobernaron durante miles de años, y los primeros héroes ascendieron a los cielos sobre las alas de un águila. Desde el siglo XVIII (como mínimo) los historiadores occidentales han sido suspicaces de este tipo de relatos. Educados en un sistema universitario donde la ciencia era reverenciada como prácticamente infalible, los historiadores trataron con frecuencia de ser científicos: buscando los hechos exactos y desechando cualquier material histórico que pareciese contradecir las leyes de Newton. A fin de cuentas, cualquier documento que comenzara diciendo: “La monarquía vino desde los cielos,” como dice el listado de reyes sumerios, no podía ser de utilidad para un historiador. Era mucho mejor confiar en la ciencia arqueológica y reconstruir los primeros días de los poblamientos de Sumer y Egipto y el valle del Indo a través de evidencias físicas tangibles. Pero para los historiadores que se preocupan con el cómo y el por qué del comportamiento humano, las vasijas y los restos de las casas tienen unos límites claros. Esos restos no abren una ventana al alma humana. Los relatos épicos, por otra parte, reflejan los miedos y las esperanzas de la gente que los narró, y son clave para dar cualquier explicación sobre su conducta. Los mitos, como el historiador John Keay dice, es el “humo de la historia.” Puede que tengas que adentrarte en el humo antes de ver el fueo, pero eso es más inteligente que ver el humo y aún así negar que haya ningún fuego.
Debo reconocer que mi conocimiento del mundo antiguo es muy limitado. Tengo nociones muy generales de Mesopotamia y Egipto, aunque creo que me defiendo con un mínimo de soltura en lo referente a la Grecia Clásica y al Imperio Romano. Por ello, este libro me está haciendo disfrutar muchísimo, pues su objetivo no es hacerte aprobar un examen, sino saciar mínimamente el interés por el pasado que posea el lector. Si la historia se enseñase en estos términos en los colegios e institutos, no me cabe duda de que en este país la mayoría de las carreras deberían bajar las notas de corte para poder competir con Historia. 2012-10-09 08:51 | 4 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/72509
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