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EL MITO DE CHATROULETTE (1 de 2)
La mejor forma de conocer gente era a través de los chats: quienes sabían un poco de ordenadores empleaban el MIrc, y los que simplemente sentían curiosidad se metían en alguna página web que ofreciera “salas de conversación”, principalmente en Terra, que por aquel entonces era el gran gigante web del que todo el mundo hablaba. Conocí a mucha gente de aquella manera, la gran mayoría personas con las que hablar de mis aficiones, principalmente historia, videojuegos y rol, aunque también conocí gente de Cádiz con las que coincidí en alguna quedada y, como todo el mundo, también acudí a más de una cita a ciegas que en ocasiones salió bien y en ocasiones quedó en anécdota, aunque afortunadamente nunca apareció un señor barbudo confesándome su amor ni una banda de skin heads dispuestos a darme una paliza, como se rumoreaba que le había pasado a tal o cual persona. Algunos amigos me comentaron en su momento que, además de conocer gente e incluso quedar en persona, ellos practicaban cybersexo, aunque, como mucha gente no tenía cámara web, aquello era poco menos que literatura erótica interactiva; aunque nunca me interesó demasiado, bien es cierto que a cada uno le gustan cosas diferentes, y el libros de las fantasías, al igual que el de los gustos, está en blanco. Con el tiempo fui perdiendo el interés por los chats, en buena medida porque para conocer a una persona interesante debían invertir muchísimo tiempo, aunque también porque empecé a participar en muchas actividades y a conocer a bastante gente de carne y hueso. Aún hoy tengo amigos por correspondencia, a algunos ni siquiera los conozco en persona, pero suelen ser personas con las que comparto intereses profesionales y a los que he conocido a través de amigos que tenemos en común; no obstante, chatear con desconocidos y desconocidas es algo que dejó de atraerme hace mucho. Inocente de mí, pensaba yo que el sentimiento de la mayoría de la gente era idéntico al mío, hasta que descubrí que los chats no solo seguían existiendo, sino que se habían remozado para ser (en teoría) más modernos, sexys y llamativos. Desde hace unos meses, varios amigos me hablaban de lo último en chats: Chatroulette, una web en la que no necesitabas darte de alta ni pagar cuota alguna, simplemente conectarte y ponerte a charlar con la persona que fuera. A diferencia de las “salas de conversación” tradicionales, en las que podías establecer contacto con cualquier persona, en Chatroulette te toca un interlocutor al azar con el que puedes charlar o darle al botón “Next”, que te llevará a otro interlocutor. Al igual que en una ruleta, la conexión se produce al azar, por lo que puedes toparte con cualquier persona en cualquier lugar del mundo, de cualquier edad, con cualquier interés o ideología. Las supuestas ventajas de esta modalidad de chat serían que nunca sabes lo que va a pasar, que puedes deshinibirte más fácilmente al saber que la otra persona no te volverá a ver (salvo que intercambiéis correos de forma voluntaria) y que la experiencia que vives es mucho más real, puesto que estás viendo a la otra persona a través de una cámara: incluso si la otra persona lleva una máscara, es fácil saber si Lucía_22 es una mujer o un obeso mórbido engañándote. No obstante, la principal ventaja (a mis ojos) es que la mayoría de la gente habla en inglés, y eso quiere decir que puedes practicar idiomas grátis. Me introduje en la web de Chatroulette y, como lo que quería era escribir en otro idioma, no me molesté en poner la cámara ni el micrófono. Desgraciadamente, la gente pulsaba “Next” y me ignoraba tan pronto como veían que no tenía la cámara activada; finalmente, un alma caritativa habló conmigo y me dijo que aquello era normal, porque si no me veían no podían saber si realmente era quien yo decía ser. Me pareció un poco ridículo, pues a fin de cuentas lo que yo quería era mejorar mi inglés, no casarme. Finalmente, me desconecté y no volví a conectarme en varias semanas. Pasado ese tiempo, decidí que iba a darle otra oportunidad a la web. Conecté mi cámara, me puse una camiseta de superhéroes para darle una idea a mis interlocutores de qué era lo que me interesaba, escribí mi edad y puse que mis intereses eran charlar sobre libros, cómics, cine y, en última instancia, mejorar mi inglés. Tuve muy mala suerte, porque la mayoría de las personas que me encontré no tenían ganas de charlar, de hecho, una parte significativa estaban masturbándose ante la cámara con el rostro oculto; pronto descubrí que el botón "next" podía ser muy útil en esos casos. Después de emplear una media hora en la web, me di cuenta de que apenas había tenido dos conversaciones que durasen más de un segundo, una de ellas en español. Al principio pensé que podía ser un problema mío, tal vez no estaba haciendo algo bien, así que busqué alguna guía y encontré un divertido documental de Casey Neistat (en inglés) en el que, después de varias horas de interacción se llegó a las siguientes conclusiones: el 85% de las personas con las que te encuentras son hombres, el 15% son mujeres; además, el 14% de las personas que encuentras suelen ser hombres marturbándose. Neistat, que es un hombre joven de apariencia normal llegó a ser rechazado casi 100 veces en 9 segundos (es decir, la gente le dio a “Next”). Por el contrario, cuando le pidió a su amiga Genevieve (una muchacha atractiva pero vestida de manera sencilla, sin escotes ni nada provocativo) que se conectara, 9 de cada 10 personas hablaron con ella. Es decir, del total de conversaciones que tuvieron ella acumuló el 95% frente al 5% del chico. Puesto que soy una persona normal, olvidé mi idea de mejorar mi inglés usando Chatroulette. 2012-09-10 08:59 | 11 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/72370
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