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LA FÁBULA DE LOS SACRIFICIOSEn la tierra de Lemuria habitó, muchos años atrás, un pueblo orgulloso que obtenía el pan diario trabajando la tierra. Sus habitantes no eran ricos, pero llevaban una vida tranquila y agradable. No obstante, un año especialmente frío amenazaba con arruinar la cosecha, y los habitantes de la zona preguntaron a su rey-hechicero qué debían hacer. – Este frío es un castigo de los dioses, – dijo el monarca. – Hemos olvidado las costumbres de nuestros antepasados, nos hemos dado a los vicios y los lujos, y los divinos moradores de los cielos nos mandan este mal tiempo para advertirnos sobre nuestra conducta. Así habló el rey-hechicero, y todos los hombres y mujeres del pueblo se arrepintieron de cuanta mala acción recordaron haber cometido, ya fuese esta real o imaginaria. No obstante, el frío prosiguió. – Este frío es un castigo de los dioses, – volvió a responder el monarca cuando se le consultó qué hacer. – Les hemos defraudado y ahora solo la sangre podrá revivir los lazos que nos unían. Habrá que sacrificar un joven cada semana, logrando así el favor de aquellos que caminan por el firmamento. Así habló el rey-hechicero, y el primer día de la semana se dedicaba a sacrificar a un joven fuerte y bien formado para aplacar a los dioses. No obstante, el frío prosiguió. – Este frío es castigo de los dioses, – respondió una vez más el monarca cuando vieron que los sacrificios no servían de nada. – No nos corresponde a nosotros juzgar sus designios, sino meramente sufrirlos. Cuando haya pasado un tiempo, su ira se aplacará. Así habló el rey-hechicero, y siguieron los sacrificios. No obstante, aquel año, cuando llegó la hora de la cosecha, las muertes de tantos jóvenes dejó los campos sin manos suficientes para trabajar, y el fruto recogido fue aún más escaso que el esperado. Como siguieron faltando hombres jóvenes a causa de los sacrificios, las siguientes cosechas fueron igual de malas, y solo mucho tiempo después el clima volvió a ser favorable y los brazos fueron suficientes para recoger todos los frutos de la tierra. – Finalmente los dioses nos han respondido, – dijo el rey-hechicero. – Las medidas que adoptamos fueron, obviamente, las más correctas. Ha pasado mucho tiempo y ya nadie recuerda la tierra de Lemuria, pero aún hoy hay reyes-hechiceros que se lanzan a una espiral de sacrificios con la esperanza de aplacar a dioses que no entienden. 2012-07-23 12:01 | 7 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/72138
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