Anoche tuvimos una de esas partidas que uno recuerda con cariño pero, sobre todo, con sorpresa. Y es que empezamos a jugar una partida de OSRIC y se nos fue el santo al cielo, de tal suerte que cuando miramos el reloj eran las 4:00 de la mañana. Y lo cierto es que estábamos cansados, pero nunca se nos ocurrió que fuese tan tarde. Pero diantres, ya sólo quedaba entrar en la guarida del dragón, así que de perdidos al río, y aún aguantamos un rato más hasta completar la aventura.
Ni que decir tiene que hoy me he tenido que levantar temprano para hacer cosas y, obviamente, estoy muerto. Pero hay algo agradable en quedar con los amigos y jugar una partida de rol hasta tarde, y de hecho no te da coraje el haberle robado horas al sueño, sino que guardas un buen sabor de boca porque has pasado una velada agradable y en buena compañía. Creo que esa es, justamente, una de las razones por las que he seguido jugando con el paso de los años.
Un dungeon, una buena patulea de carne de espada, maza o flecha, un dragón, un tesoro, cinco amigos y no se necesita más para echar un buen rato con un clásico, que si no se abusa de él, ni aburre ni pasa de moda.