Conocí Dark Sun (Sol Oscuro aquí en España) prácticamente por casualidad. Un compañero de asociación que adoraba Dungeons & Dragons apareció, allá por 1994, con la caja donde se incluían las reglas especiales y ambientación de ese mundo de juego (que emplea el reglamento de D&D), y empezó a contarnos qué eran los profanadores y preservadores, nos mostró el plano de aquel mundo desértico y nos descubrió la ciudad estado de Tyr. Desgraciadamente, yo por aquella época creía que el D&D era el peor juego del mundo y prefería otros mundos y reglamentos de fantasía, así que dejé pasar la oportunidad de jugar.
Años después, con menos prejuicios, sí que tuve la ocasión de jugar unas cuantas partidas a Dark Sun y, aunque la habilidad del director de juego dejaba mucho que desear (eran buenas historias, manejaba perfectamente las reglas, pero si no resolvías una situación de la manera que él había previsto, tu personaje posiblemente muriera), me lo pasé estupendamente. Era un mundo tan hostil, tan tremendamente cruel, con armas de hueso y obsidiana en lugar de metal, que realmente me parecía estar jugando una aventura de terror más que de fantasía.
Creo que una de las cosas más divertidas de la ambientación era la mezcla de ideas: el ambiente postapocalíptico, la magia que destruye el medio ambiente, los poderes mentales y otras muchas ideas que casaban bastante bien. Eso permitía que los personajes fueran muy poderosos, pero también que las amenazas a batir fueran realmente terroríficas.
Esta semana, aprovechando el sistema de juego de Aventuras en la Marca del Este (un retroclón del D&D) me he decidido a recuperar los viejos tiempos y dirigir una aventura a los amigos. ¡A ver qué sale!
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