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CARGA POLICIALHoy me despertaba con algunos de los periódicos de Cádiz en pie de guerra, anunciando a bombo y platillo que el movimiento Valcárcel Recuperado (un grupo ciudadano que ocupó de forma pacífica un edificio abandonado y lo convirtió en un centro cultural, aprovechando que el plazo de diez años que poseía una empresa para construir un hotel habían expirado), que recién había sido expulsado anteayer del inmueble que ocupaban, irrumpió en la Facultad de Filosofía y Letras, tuvo que venir la policía y hubo un balance de un protestante y tres policías heridos. El problema es que yo estuve allí, y la hermosa versión que dan algunos medios de comunicación no se ajusta demasiado a lo que yo vi y lo que, hoy por la mañana, me han contado en los pasillos de la facultad amigos y compañeros que también estuvieron allí. Debían de ser las 18:00 horas cuando vi entrar por la puerta a I., una chica que colabora con los actos del Bicentenario de la Constitución, y que me comentó que el juez Grande-Marlaska iba a dar una charla sobre lo que había significado una Constitución y la libertad de los ciudadanos, enmarcad en un ciclo llamado “Diálogos para la Libertad”. Le dije que estaba terminando un trabajo, pero que me pasaría a saludar. A eso de las 19:30, mientras recogía para irme a casa, empecé a escuchar un clamor que atravesaba los muros de la facultad. El ruido venía del Aula Magna, y me sorprendió descubrir que Grande-Marlaska había cautivado de tal manera al público, así que me pasé a ver qué estaba diciendo. Al acercarme a la puerta, descubrí que no era el conferenciante el detonante del estruendo, sino que una parte considerable de los asistentes eran participantes o simpatizantes de Valcárcel Recuperado, y extendieron unas pancartas y leyeron un comunicado. P., uno de los organizadores, estaba sorprendido pero tranquilo. I., la chica que participaba, incluso se paró a bromear conmigo, tomándose lo sucedido como una pausa más que como un problema. Afuera, un policía nacional, el escolta del juez supongo que sería, miraba intranquilo, aunque no hizo además de acercarse a la persona que protegía. El rector andaba por allí, y estaba igualmente tranquilo. Esto ya ha pasado en alguna que otra ocasión: El grupo que protesta lee su comunicado, se retira pacíficamente y el acto continúa, al día siguiente el acto tiene más líneas en la prensa y todos felices. Sin embargo, cuando entré en la biblioteca a dejar unos libros, la situación comenzó a desmadrarse. El lugar estaba lleno de policías, pero no policías normales, sino auténticos gigantes blindados hasta las trancas y bien pertrechados. Para que os imaginéis la predisposición de la policía, una alumna que salía de la biblioteca a la par mía me preguntó si había una amenaza de bomba o algo parecido. Al salir, la policía iba parando a la gente y con unos modos de matón de barrio bajo iba pidiendo no sólo la documentación, sino que te obligaban a escribir tus datos en un papel. Afuera, había una cantidad enorme de personas que habían sido sacadas del edificio. De repente, cuando estaba alejándome para coger el autobús, recordé que con los sucedido se me había olvidado devolver las llaves del despacho de la asociación, así que regresé y, para mi sorpresa, los pasillos estaba completamente tomados por la policía. Se oían voces a lo lejos y, mientras devolvía las llaves bajo la atenta mirada de un señor armado que parecía temer que me detonase con mi portátil bomba, escuchaba gritos a lo lejos. Lugo me “invitaron” a salir de aquella estampa que más parecía un reflejo de los primeros 70. En la pared, un cartel anunciando “Diálogos para la Libertad” parecía burlarse de todos nosotros. Hoy por la mañana, uno de los trabajadores de la facultad, A., y una de las limpiadoras, P., me comentaban lo que no pude ver. Al rector primero y al decano después expulsando a la policía prácticamente a gritos, diciéndoles que no tenían derecho a interrumpir un acto universitario de aquella manera (la policía no puede acceder a los recintos públicos salvo que los encargados de lo mismo requieran su presencia). Las fuerzas policiales ensañándose con varios chavales, y especialmente con una chica, y requisaron alguna que otra cámara, ya sabéis, no sea que luego sean sacadas de contexto. A. bromeaba diciendo que, con aquel blindaje, enfrentados a chicos que portaban pancartas y poco más, los policías heridos posiblemente tuvieran esguinces en las muñecas de tanto dar palos y en las mandíbulas de tanto reírse. Que se interrumpa una conferencia para leer un comunicado ciertamente es una falta de respeto a quien habla. No obstante, nadie se plantó allí a insultar al juez, ni querían impedir que hablase cuando la protesta acabase, simplemente deseaban leer un comunicado porque de otra manera no iban a llegar a la gente. Si eso merece una carga policial y el asalto de la universidad, diantres, mal estamos celebrando el bicentenario de la libertad de expresión,
2012-01-13 09:31 | 16 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/71095
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