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SE FUE EL MORENOAlgunas veces, cuando Santón y yo quedábamos para tomar una cerveza, aparecía un señor muy moreno, pareciera árabe, siempre vestido con su pañuelo al cuello, chaqueta, una mano en el bolsillo y la otra agarrando un pitillo que, por cierto, fumaba con elegancia casi teatral. Tendría aquel hombre unos cuarenta o cincuenta años más que nosotros, y nos solía contar anécdotas del Carnaval (de cuando se llamaba Fiestas Típicas), algunas veces incluso se soltaba con una copla, y a mí me encantaba su presencia. No era uno de esos tipos amargados que se te pegan al lado a darte la brasa con lo mal que está el mundo, todo lo contrario, aunque miraba el pasado con añoranza también planeaba el futuro con emoción, y nos hablaba del grupo que estaba juntando, nos invitaba a pasar por los ensayos, o nos decía dónde sería su próxima actuación. No supe hasta cierto tiempo después no se nos acercaba por casualidad, sino porque era el tío abuelo de Santón, que su nombre era El Moreno (algunos dicen que sus padres le pusieron otro nombre, pero nunca lo escuché pronunciar), y que era una leyenda del Carnaval que en mi familia conocía todo el mundo salvo mi gato y yo. Para mí, el Carnaval antiguo era una cosa sosa, en blanco y negro, como una película vieja de esas que echan a las tantas de la mañana simplemente porque no hay nada mejor que poner. Sin embargo, escuchando al Moreno, aquellos años 50 y 60 se me redibujaron en vivos colores, y cada anécdota hacía más viva y más rica la imagen que de aquellos años aparecía en mi cabeza. Recuerdo experiencias increíbles, como estar en Córdoba, en una tetería árabe, y él cantando “Los Sarracenos” con una voz que encandilaba; como verle ensayar en la peña Paco Alba, dirigiendo a la manera de un general prusiano y, lo que me pareció increíble, siendo obedecido como si realmente lo fuera: con respeto, admiración y sin dilación; recuerdo la anécdota de la chica “que se quería buscar la vida”; recuerdo la tasca ilegal a donde nos condujo una mañana junto a un grupo de estadounidenses que no tenían muy claro si estaban enseñando la ciudad o les secuestraban; recuerdo aquel fin de año que nos colamos en su casa no sé ni cuanta gente, y empezó a sacar turrones, botellas y yo qué sé qué más, y salimos con un subidón de azúcar y licor que casi no llegamos al cotillón. Desde ayer, El Moreno ya no está. Nunca lo escuché en el Teatro Falla, jamás fue mi ídolo musical, pero siempre lo recordaré como un amigo, como un hombre increíblemente elegante, como esa persona sabia en recuerdos y rica en experiencias que no dudaba en compartir contigo. Se me hace difícil pensar que no volveré a tomarme un moscatel junto al Moreno, que no volveremos a tomar su casa por asalto, que ya nadie me contará historias de aquellos años que, ignorante de mí, un día me atreví a imaginar en blanco y negro.
2011-08-01 23:41 | 5 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/70187
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