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ORÍGENES DEL MUNDO ISLÁMICO MEDITERRÁNEO 5: BAJO LA SOMBRA DE LAS SUPERPOTENCIAS
Partamos de donde lo habíamos dejado la vez anterior: la derrota del mundo árabe frente a Israel. Aunque ahora nos parezca un punto clave para entender el mundo árabe, aquella guerra debió parecer un conflicto remoto de escaso interés a la mayoría de los europeos y americanos de la época, ni que decir a los ciudadanos de otros países como China o Japón. Ciertamente, la población judía de prácticamente todo el mundo mostró su apoyo al joven estado israelí (con dinero, luchando como voluntarios, etc.), pero las dos superpotencias tenían otros problemas de los que preocuparse, y los destrozos de la guerra mundial aún se dejaban sentir en Europa, por lo que salvando la mediación de una bienintencionada pero poco eficaz ONU, el conflicto en Oriente Próximo fue un conflicto marcadamente local. Aunque muchas personas puedan ver como natural la alianza entre Israel y Estados Unidos, lo cierto es que el propio estado israelí prefería jugar un papel neutral y no comprometerse con nadie. Los propios países árabes tenían, en casos como el de Egipto y Libia, sólidas relaciones neocoloniales (esto es, independencia política pero fuerte dependencia económica) con Reino Unido, y nada sabían de Estados Unidos ni de la Unión Soviética, cuyas esferas de influencia estaban bastante lejos en 1949. Sin embargo, a partir de 1950 y, sobre todo, 1951, la situación dio un giro radical. En Corea, EE UU se encontró con serios problemas para frenar el avance de las fuerzas de Corea del Norte primero, de China poco después, lo que acabó provocando un giro inesperado en los acontecimientos: EE UU comenzó a preparar una serie de bases internacionales y a reunir unas fuerzas armadas muy superiores a las que había tenido en los años de posguerra anteriores, convencida de su necesidad de jugar un papel de policía mundial. Por su parte, la URSS también prestó ayuda y apoyos a otros países para contrarrestar la creciente influencia estadounidense. Israel no estuvo interesada en aliarse con ninguna de las dos superpotencias, pero en los últimos años de vida de Stalin hubo una serie de roces muy fuertes con el joven estado israelí. La polémica era bastante sencilla: la población judía rusa, que nunca había estado plenamente asimilada, empezó a emigrar a Israel, lo que llevó a Stalin a sospechar de la lealtad de sus conciudadanos (a sospechar más de lo habitual, se entiende) y a considerar que el dinero y tiempo destinado a la educación de los judíos soviéticos había sido una pérdida de recursos que iba a parar a las manos de otro país. La hostilidad hacia Israel se hizo mayor en el plano diplomático, y el joven país, incapaz de mantener una postura neutral efectiva, hizo lo único que pudo: buscar el único otro apoyo que existía, el de los Estados Unidos. El mundo árabe mediterráneo vivía sus propios problemas. La derrota ante Israel sólo supuso problemas serios para dos países, Palestina (que desapareció como estado independiente) y Siria, donde una serie de golpes de estado acabaron con la normalidad democrática de la joven república, y crearon una etapa de inestabilidad en la que se sucederían siete presidencias en diez años. Sin embargo, la alianza entre Israel y EE UU llevó a Siria a buscar el apoyo de la URSS, con figuras importantes del gobierno y la política fuertemente influenciados por el modelo soviético. Por el contrario, Egipto y Líbano capearon la derrota sin demasiados problemas, aunque el movimiento panarabista ciertamente creció, al sentir que tenían muchos aspectos en común frente a un mismo enemigo. Finalmente, Libia no tuvo demasiados problemas, puesto que no participó en la guerra, aunque el sentimiento panarabista igualmente se desarrolló e incluso criticó a la monarquía por no haber participado en la guerra junto a sus hermanos árabes. La situación se fue complicando a medida que avanzaban los años 50. Egipto, con sus fuertes vínculos con Reino Unido, vivió un golpe de estado en 1953, que condujo al fin de la monarquía y a la ascensión de Nasser como cabeza del movimiento panarabista. Nasser adoptó un modelo socialista, tuvo como modelo a la URSS, sintió un fuerte rechazo hacia Reino Unido y Estados Unidos (el primero por haber manejado durante muchos años el destino de su país, el segundo por brindar apoyo a Israel) y buscó modernizar las infraestructuras de su país. La crisis del Canal de Suez (1956-1957), cuando Egipto nacionalizó el canal, fue una derrota militar para Egipto pero al mismo tiempo resultó una victoria moral: Israel afianzó su poderío, pero Francia y Reino Unido acabaron retirándose y dejaron ver que los Estados Unidos y la URSS no iban a tolerar que las potencias coloniales ejercieran un uso indiscriminado de su poder, como ocurriera antes de la segunda guerra mundial. ¿Pero cómo es posible que EE UU no apoyara a los británicos y franceses? Justamente por lo que hablábamos antes: las superpotencias tenían un control muy leve, si acaso tenían alguna, sobre las acciones de sus aliados (exceptuando casos concretos como el de Europa del Este, donde los países eran satélites soviéticos y donde había una fuerte presencia militar soviética). Estados Unidos no creía en un mundo colonial, por cuestiones ideológicas, económicas y propagandísticas, pero Francia y Reino Unido querían mantener a raya a sus propias colonias, que soñaban con la independencia. Por su parte, Egipto aceptó la ayuda soviética y admiraba la modernización rusa, pero Nasser conservó una libertad de acción total y siguió sus propios intereses panarabistas antes que aceptar directrices soviéticas. Túnez, que recién había alcanzado la independencia de manos francesas, también probó el modelo económico socialista, lo que nos deja ver que en toda la zona se fue adoptando un modelo de inspiración más o menos soviético frente al modelo israelí y occidental. Los años 60 presentaron la crisis final del sistema colonial europeo y el momento álgido del socialismo árabe. Marruecos, que había logrado su independencia de Francia y España en 1956, fue el único país del mediterráneo colonial que logró conservar una monarquía. En Libia, el anciano rey Idris I perdería la corona tras un golpe incruento llevado a cabo por un grupo de jóvenes oficiales, Gaddafi el más importante de todos ellos. Tras una guerra de casi diez años, los argelinos lograron la independencia en 1962 pero, apenas tres años después, el país se encontraba en las manos del dictador Boumediène, que también se acercó al mundo socialista. Posiblemente las antiguas potencias europeas se sintieran hostiles no solamente por la pérdida de control directo, sino por el acercamiento de los nuevos países al modelo soviético antes que tomar como ejemplo el modelo democrático occidental (que, por otro lado, no existía ni en Portugal ni en España, ni en muchos países de América, a pesar de ser aliados de los Estados Unidos). La guerra de los Seis Días, que supuso una gran victoria israelí en junio de 1967, no ayudó a tranquilizar la zona: las grandes victorias territoriales que consiguió Israel en un tiempo realmente sorprendente y contra unos ejércitos el doble de grandes que el suyo llevaron a confirmar la importancia de fuertes gobiernos militares en el mundo islámico mediterráneo, aunque en el caso de Marruecos, por su distancia y por ser el único país que conservaba una monarquía con lazos europeos, la situación sería diferente. Estados Unidos apoyaba a Israel de forma cada vez más clara, y la URSS no podía hacer menos que apoyar a la mayoría de los países que solicitaban su ayuda. En no pocas ocasiones, estas ayudas eran prácticamente a fondo perdido, y el beneficio que se obtenía era doble: la posibilidad de controlar de forma puntual y limitada a los países receptores de forma pacífica mediante la amenaza de cortar las ayudas, y fortaleciendo a dichos países para así equilibrar las fuerzas con los otros países aliados a la superpotencia contraria. Por lo tanto, aunque ni las dictaduras ni el conflicto con Israel era algo creado por la Guerra Fría, ésta había influido sobre el mismo, acrecentando los problemas y aumentando la capacidad de resistencia y lucha de los diversos contendientes. Hoy sabemos que los años 70 fueron una época de crisis no sólo para las economías capitalistas, sino también para las socialistas. Sin embargo, esta crisis no fue perceptible a simple vista en el mundo soviético, que de hecho consiguió en la mayoría de los países los mejores niveles de vida desde el comienzo de las diversas revoluciones. Fue una crisis era de producción, pero también de desarrollo tecnológico, que fue alejando al modelo soviético cada vez más de las esperanzas de alcanzar y superar a las economías capitalistas europeas y estadounidenses. Esto llevó a una serie de disensiones dentro del mundo islámico mediterráneo que fueron transformando alejando cada vez más a éste de la URSS. El primer momento importante fue la guerra de Yom Kippur (1973), el último gran intento árabe por hacer retroceder por la fuerza a Israel. Curiosamente, en el caso de Egipto, el presidente Sadat (Nasser había muerto en 1970) no veía la guerra como un fin en sí mismo, sino como una forma de conseguir la suficiente popularidad para realizar los cambios necesarios para reactivar la economía de su país, que empezaba a sentir las fuertes complicaciones que generaba el modelo económico soviético. La guerra no fue una victoria para ninguno de los bandos contendientes, y de hecho fue el último choque a gran escala en la zona. Pero no es menos importante lo que ocurrió en el plano político. Egipto comenzó una apertura a occidente y un acercamiento a Israel, que acabó siendo muy beneficiosa en todos los aspectos. Libia adoptó un modelo de democracia directa que, en definitiva, lo que hacía era dar un gran poder a los líderes revolucionarios (Gaddafi el primero) y desarticular cualquier institución que pudiera oponerse a los dirigentes del país. En Siria, la estabilidad llegó de la mano de Hafez al-Assad, que no abandonó el modelo de economía dirigida. Líbano fue el país que peor llevó la década, ya que una cruenta guerra civil entre facciones religiosas y políticas llevarían a la intervención de otros países, como Siria e Israel. En los años 80, países como Marruecos, Túnez y Egipto eran aliados estadounidenses, aunque estaban muy lejos de ser países democráticos. Sin embargo, servían de contrapesos a países pro soviéticos o simplemente antioccidentales como Siria o Líbano, y evitaban la expansión de movimientos fundamentalistas religiosos, cuyo máxima expresión fue Irán a partir de 1979. En resumidas cuentas, desde 1949 hasta 1989 lo que nos encontramos fue una región en la que la falta de experiencia democrática impidió el desarrollo de un sistema parlamentario que imitase al de las antiguas potencias coloniales. Israel fue uno de los elementos más importantes para la inestabilidad de la zona, pero la participación de las potencias coloniales tampoco ayudó a frenar un movimiento panarabista que veía en el mundo socialista el modelo a seguir. La búsqueda de aliados en las superpotencias dio a cada país nuevos recursos, pero en última instancia mantuvo un incómodo status quo que no pudo solventarse mediante las armas: ningún país podía acabar de forma definitiva con sus rivales, y cada victoria o derrota fomentaba las siguientes contiendas. El modelo socialista, no obstante, comenzó a cuestionarse en los años 70, lo que conllevó un giro de rumbo en algunos países que, como Egipto, habían tenido una fuerte animadversión hacia occidente en años anteriores. Esto llevó a un mitigamiento del sentimiento panarabista, puesto que la deseada unión del mundo árabe no llegó a realizarse (el único intento realizado, la unión de Siria y Egipto, fue un fracaso), y en su lugar fue apareciendo un sentimiento islamista que, sobre todo tras la victoria de la revolución iraní, dio un sentimiento de unidad a los diversos pueblos al mismo tiempo que permitía considerar como una presencia exógena a Israel, aunque los gobernantes de la mayoría de los países vieron esa nueva ideología religiosa como un peligro a su propio poder, por lo que combatieron el fundamentalismo (el caso más dramático sería el argelino, que veremos la próxima semana). La crisis final del socialismo a finales de los años 80 y la desaparición de la URSS en 1991 no conllevaron, por lo tanto, una apertura política, como también veremos la próxima semana. La lucha contra el fundamentalismo, el mutuo apoyo entre las diferentes dictaduras y los lazos neocoloniales permitieron que Estados Unidos, la Unión Europea y el mundo islámico mediterráneo mantuvieran buenas relaciones e incluso se perdonasen los excesos del pasado. No hay mejores matrimonios que los de conveniencia, en los que cada cual conoce su papel. 2011-03-24 14:23 | 4 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/69277
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