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LECTURAS POSTAPOCALÍPTICASLa mayoría de quienes me conocen saben que, entre mis lecturas preferidas, están los relatos postapocalípticos. Este tipo de lecturas parecen muy sencillas, en tanto que siempre presentan una situación muy similar: se ha producido una catástrofe (usualmente una guerra atómica) y los supervivientes, entre ellos el protagonista, tienen que arreglárselas en un mundo derruido, contaminado y con una humanidad diezmada. Sin embargo, al no ser una literatura muy popular, en los últimos sesenta años han aparecido relativamente pocas novelas que traten el tema y todas presentan un punto de vista original, a diferencia de lo que pasa con las novelas de zombies, que se han puesto de moda y eso ha provocado que la imitación, la repetición y la falta de originalidad tapen las obras que merecerían destacar.
La primera novela que leí sobre el tema fue Soy leyenda (1954) de Richard Matheson, que me impresionó tanto que la devoré un domingo desde por la mañana hasta por la noche; quien haya visto la película, por favor, que la olvide y lea el libro. La novela de Matheson juega con muchos elementos que después serán cotidianos, como el sabor amargo del relato, la nostalgia por el pasado y un tiempo que pasó definitivamente, la mezcla de elementos cotidianos como la búsqueda de comida y de especulaciones imprecisas sobre cómo se llegó al colapso... Fue por casualidad que, en los meses siguientes, leí dos obras también postapocalípticas, Hola América (1981) de J.G. Ballard, un poco floja en la trama, pero tremendamente evocadora a la hora de describir unos Estados Unidos prácticamente desérticos, en los que las fuentes de energía se han agotado y los antiguos edificios y tiendas permanecen como silenciosos monumentos de una era ya muerta. Mucho más interesante es La tierra permanece (1949) de George R. Stewart, que muestra el recorrido vital de uno de los últimos supervivientes del planeta tras la llegada de una plaga, y cómo intenta reconstruir su vida en las ruinas de la sociedad, primero solo y luego acompañado de otros supervivientes; esta novela es, sin lugar a dudas, el clásico más importante del género, y además está endiabladamente bien escrita. Una de las características habituales de estas novelas es el pesimismo que las acompaña. Por lo general, la humanidad se merece lo que le ha ocurrido, y posiblemente volverá a repetir esos errores una y otra vez. Un gran ejemplo es A Canticle for Leibowitz (1960) de Walter M. Miller, donde vemos el largo proceso de recuperación de la humanidad tras un apocalipsis nuclear, sólo para descubrir que, siglos después, la lección no ha sido aprendida y la guerra vuelve a destruir a la humanidad. Más centrada en la aventura, pero igualmente oscura y pesimista, es Metro 2033 (2005) de Dmitry Glukhovsky, en la que vemos a los que posiblemente sean los últimos supervivientes de la humanidad divididos y enfrentados en las túneles de metro de Moscú, cayendo lentamente en una nueva Edad Oscura en la que los mitos, las leyendas y las fantasías se confunden cada vez más con la realidad. No obstante, el culmen del desastre se nos describe en On the Beach (1957) de Nevil Shute, donde la trama va conduciendo lenta e inexorablemente hacia la única conclusión posible, la desaparición de la humanidad. Para ver el resultado contrario, podemos fijarnos en The Postman (1985) de David Brin, en donde vemos a la humanidad recuperarse de la barbarie y reconstruir lentamente la sociedad. Lo interesante de todas estas obras son los diferentes planteamientos que encontramos. Por ejemplo, en Metro 2033 la acción es la norma, mientras que en On the Beach encontramos un ritmo lento y pausado; pero ambas son grandes novelas, porque mientras que la primera usa la violencia y la acción para darnos una idea de cómo es el mundo postapocalíptico, la segunda usa ese ritmo pausado para describirnos la lenta espera de la muerte por radiación. En general, todas son bastante legibles, e incluso Hola América, que tiene bastantes inconsistencias, se puede leer de un tirón sin que las dudas te asalten mucho después de haber terminado la lectura; sin embargo, creo que las dos que están mejor construidas con La tierra permanece, con una carga simbólica muy importante, y La carretera (2006) de Cormac McCarthy, donde la ausencia de capítulos y la relación párrafo-escena hacen que el lector tenga una sensación de paso del tiempo extraña, muy parecida a la que tendrían los personajes de la novela. En líneas generales, el género postapocalíptico es bastante poco aconsejable: resulta deprimente, en ocasiones tiene escenas muy fuertes y, salvo en contadísimas ocasiones, carece de un happy end, siendo lo más parecido a eso la supervivencia de alguno de los personajes... con suerte. Pero al mismo tiempo, son novelas donde la psicología de los personajes resulta muy importante, con un gran carga de crítica social y a los gobiernos, lo que hace que en pocas ocasiones puedan ser traspasadas al cine con éxito o con fidelidad, como demostró el caso de Soy leyenda, cuyo final de cuento de hadas chirría con el tono oscuro de la película y es un insulto a la inteligencia de los espectadores (¿un solo tipo es capaz de descubrir una cura, sin apenas equipo ni tiempo, donde han fallado y se han colapsado estados enteros?). Los videojuegos parece que sí se han adaptado mejor, y los juegos de la saga Fallout (1997, 1998, 2008 y 2010) o la propia versión de Metro 2034 han tenido un gran éxito justamente por profundizar en ese mundo destruido y sin esperanzas, con finales pocas veces agradables y, sin embargo, cargados de significado. Tal vez en nuestro ocio, como en nuestras comidas, un sabor amargo también es apetecible. 2011-03-02 10:58 | 10 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/69090
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