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RECORDANDO "KILLER"

Rol en vivo. A principios de los 90 aquella palabra poseía una especie de significado místico, como si fuera el culmen de mi afición, igual que para un surfista lo es coger olas en tal o cual playa, o para un amante de la gastronomía comer lo sería el comer en ciertos restaurantes.  

Conocí los juegos de rol en vivo gracias a Killer, un regalo inesperado de las Navidades de 1993. Un libro donde te explicaban mil y una manera de jugar a un rol en vivo que, por aquellos años, resultaba tan sencillo y básico que se asemejaba más al paint ball que a lo que hoy entendemos por rol en vivo. Pero a pesar de su sencillez, o quizá por ella, me parecía tremendamente atractivo, tremendamente fascinante.

En las revistas especializadas, Líder y Dragón mayormente, encontraba artículos que ilustraban grandes partidas en vivo. Decenas de personas, disfrazadas de caballeros, elfos y orcos, se reunían en tal campo o en tal pueblecito para jugar aquellas partidas que eran puro “capturar la bandera”, pero en la que los jugadores incluían caracterizaciones de sus personajes y pequeñas tramas, de tal manera que la experiencia era única, irrepetible.

En las Jornadas de Rol Ciudad de Cádiz que se realizaron en 1994 se pensó en hacer un rol en vivo, ¡ay!, qué ilusión teníamos todos. Sin embargo, por alguna razón que nunca llegó a estar clara, la idea no cuajó a última hora, y nos quedamos con ese sabor amargo que paladeas después de llevarte un chasco totalmente inesperado.

Con el paso de los años Killer se convirtió en una reliquia. Los juegos de rol en vivo se convirtieron más en tramas narrativas, con decenas de jugadores interpretando en escenarios amplios pero cerrados, y el “capturar la bandera” dejó de resultar interesante. Los grandes espacios rurales dejaron lugar a las ciudades, en ocasiones unas cuantas calles delimitadas, en ocasiones un gran edificio. Y se adaptaron otros juegos, sobre todo Vampiro: La Mascarada, que llegó a sacar sus propias reglas para jugar en vivo, Teatro de la mente, que eran tan diferentes de aquel primitivo Killer como el PacMan lo puede ser de la última edición del Metal Gear Solid.

Siempre me quedó esa sensación un poco triste de haberme perdido algo, aquellas grandes batallas campales en la que ejércitos de jóvenes disfrazados hacían de caballeros, magos y seres de leyenda, usando como armas mera goma espuma. Disfruté mucho con las aventuras de rol en vivo que jugué, y aún más con las que coordiné, pero ese deseo de haber vivido los comienzos siempre me acompañará. Supongo que es algo similar al aficionado a la música que vio un concierto de su grupo favorito antes de que se disolviera: aunque se vuelva a formas con nuevos músicos o aunque veas los DVDs nunca será lo mismo, nunca habrá sido la actuación original.

2010-08-15 00:52 | 0 Comentarios


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