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DELINCUENTE JUVENILLa facultad de Filosofía y Letras es un antiguo cuartel de artillería reconvertido en centro educativo, por lo que el edificio tiene un diseño un tanto peculiar. Lo más llamativo del mismo son sus enormes y múltiples puertas: todas dan a diferentes partes de un mismo pasillo, y en verdad da igual por cuál se entre. Sin embargo, desde hace unos años cerraron todas las puertas salvo una, por lo que en ocasiones has de dar un pequeño rodeo para acceder al recinto. Ayer encontré abierta una de aquellas puertas que siempre están cerradas, y pensé que dar un rodeo era una tontería: entré y llegué en un plis plas a la Secretaría, que era mi destino. Justo cuando iba a hablar con el administrativo de la ventanilla, una mano se apoya en mi hombro y escucho una voz femenina que me dice: “¡No!”. En un primer momento, para qué mentirles, le di la razón a aquella voz. ¡No! No a la burocracia ridícula que nos tiene meses dando vueltas, de ventanilla en ventanilla, para recoger un título; no a tener que pagar tasas para recoger el título, como si el papelito que nos dan estuviese bañado en pan de oro; no a ese administrativo con gafas de culo de botella que siempre te mira mal si no llevas un generoso escote. Pero qué va, aquella negación no tenía nada que ver con la administración, sino conmigo. “¡No puedes pasar!” dijo aquella misteriosa voz femenina. Y me giré feliz, imaginándome que lo mismo me veía a un Gandalf femenino que había confundido la facultad con Moria. Pero que va, ni Gandalf ni Moria, sino una limpiadora con cara de pocos amigos. “¿No me oyes? ¡Que no puedes pasar!” Y algo confundido, le dejé el sitio para que hablara con el administrativo, pensando que con mi despiste me había colado. “No, no puedes pasar por la puerta” me dijo señalando la puerta abierta que no debía de haber estado abierta. “Ah... es que estaba abierta.” “Pues no se puede pasar” insistía la buena mujer, que más que Gandalf parecía ahora una inspectora de aduanas. “Bueno, no volveré a hacerlo si la veo abierta.” “No, no se puede pasar y ahora tienes que irte.” “¿¿¿¡!???” Y ahora ponte tú a explicarle a la buena señora, que te amenaza con una mopa, que si una puerta está abierta y no hay ningún cartel que diga lo contrario, lo normal es que quien quiera la atraviese (porque las puertas, aunque hoy nos parezca increíble, fueron inventadas para ser atravesadas). Y que si yo ahora salía por donde había entrado, estaría saliendo por una puerta por la que no se puede salir, por lo que sería doble infracción. Y que, en todo caso, si salía y volvía a entrar por la puerta “buena” volvería al punto donde actualmente me encontraba, total, que no es que me hubiese colado en la sala del tesoro del decano. Y la señora me mira con cara de asco, como si acabase de matar a un niño pequeño y me hubiese librado de la cárcel por un tecnicismo legal, y dice por lo bajini pero con la suficiente potencia como para que me entere: “...tanta universidad para no ser más que un delincuente”. Así soy yo, un delincuente juvenil. 2010-06-23 08:23 | 9 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/67185
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© 2002 Jose Joaquin
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